Documenta Catholica Omnia
Non nobis, Domine, non nobis, sed nomini tuo da gloriam


Index Verborum:     otra


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Juan de la Cruz (1542-1591)    Avisos

§ 2

No apaciente el espíritu en otra cosa que en Dios.

§ 41

Las cuales ha de tener el alma contemplativa: que se ha de subir sobre las cosas transitorias, no haciendo más caso de ellas que si no fuesen; y ha de ser tan amiga de la soledad y silencio, que no sufra compañía de otra criatura; ha de poner el pico al aire del Espíritu Santo, correspondiendo a sus inspiraciones, para que, haciéndolo así, se haga más digna de su compañía; no ha de tener determinado color, no teniendo determinación en ninguna cosa, sino en lo que es voluntad de Dios; ha de cantar suavemente en la contemplación y amor de su Esposo.

    

Juan de la Cruz (1542-1591)    Avisos a un Religioso para Alcanzar la Perfecion

§ 2

Para guardar lo primero, que es resignación, le conviene que de tal manera viva en el monasterio como si otra persona en él no viviese.

§ 3

Para obrar lo segundo y aprovecharse en ello, que es mortificación, le conviene muy de veras poner en su corazón esta verdad, y es que no ha venido a otra cosa al convento sino para que le labren y ejerciten en la virtud, y que es como la piedra, que la han de pulir y labrar antes que la asienten en el edificio.

§ 3

Y todas estas mortificaciones y molestias debe sufrir con paciencia interior, callando por amor de Dios, entendiendo que no vino a la Religión para otra cosa sino para que lo labrasen así y fuese digno del cielo.

§ 9

Ahora coma, ahora beba, o hable o trate con seglares, o haga cualquier otra cosa, siempre ande deseando a Dios y aficionando a él su corazón, que es cosa muy necesaria para la soledad interior, en la cual se requiere no dejar el alma parar ningún pensamiento que no sea enderezado a Dios y en olvido de todas las cosas que son y pasan en esta mísera y breve vida.

§ 10

Si estas cuatro cosas guardare Su Caridad con cuidado, muy en breve será perfecto, las cuales de tal manera se ayudan una a otra, que, si en una faltare, lo que por las otras fuere aprovechando y ganando, por aquella en que falta se le va perdiendo.

    

Juan de la Cruz (1542-1591)    Avisos copiados por Magdalena del Espiritu Santo

    

Juan de la Cruz (1542-1591)    Avisos por la Madre Maria de Jesus

    

Juan de la Cruz (1542-1591)    Avisos procedentes de Antequera

    

Juan de la Cruz (1542-1591)    Avisos recogidos por la edicion de Gerona

§ 25

Nunca oiga flaquezas ajenas, y si alguna se quejare a ella de otra, podrále decir con humildad no le diga nada.

    

Juan de la Cruz (1542-1591)    Cantico Espiritual A

§ 0

Y esto por dos cosas: la una, porque para los principiantes hay muchas cosas escritas; la otra, porque en ello hablo con Vuestra Reverencia por su mandado, a la cual Nuestro Señor ha hecho merced de haberla sacado de esos principios y llevádola más adentro del seno de su amor divino.

§ 1.3

Porque, en pedirle dónde se apacentaba, era pedir le mostrase la esencia del Verbo divino, porque el Padre no se gloría ni apacienta en otra cosa que en el Verbo, su único Hijo; y en pedir le mostrase dónde se recostaba al mediodía, era pedirle lo mismo, porque el Padre no se recuesta ni cabe en otro lugar que en su Hijo, en el cual se recuesta, comunicándole toda su esencia al mediodía, que es en la eternidad, donde siempre le engendra.

§ 1.5

Y entonces se puede de verdad llamar Amado, cuando el alma está entera con él, no teniendo su corazón en otra cosa alguna fuera de él.

§ 1.11

Y es de saber que este salir se entiende de dos maneras: la una, saliendo de todas las cosas, lo cual se hace por desprecio y aborrecimiento de ellas; la otra, saliendo de sí misma por olvido y descuido de sí, lo cual se hace por aborrecimiento santo de sí misma en amor de Dios; el cual de tal manera levanta al alma, que la hace salir de sí y de sus quicios y modos naturales, clamando por Dios.

§ 3.3

Y llama riberas a las mortificaciones y sujeciones y desprecio de sí, ejercitándose también, acerca de esto, en la vida activa, porque para adquirir las virtudes, la una y la otra es menester.

§ 3.6

Y es principalmente en tres maneras: la primera, que le ha de faltar el favor del mundo, perder los amigos, el crédito, valor y aun la hacienda; la segunda, que es otra fiera no menor, que cómo ha de poder sufrir no haber ya jamás de tener contentos y deleites del mundo y carecer de todos los regalos de él; y la tercera es aún mayor, conviene a saber, que se han de levantar contra ella las lenguas y han de hacer burla y ha de haber muchos dichos y mofas y le han de tener en poco.

§ 4.3

Donde es de notar que advertidamente dice: por la mano del Amado, porque, aunque otras muchas cosas hace Dios por mano ajena, como de los ángeles o de los hombres, ésta que es criar nunca la hizo ni hace por otra que por la suya propia.

§ 6.3

Y así, cada visita que del Amado recibe de conocimiento o sentimiento, u otra cualquiera comunicación (los cuales son como mensajeros que dan al alma recaudos de noticias de quien él es), aumentándole y despertándole más el apetito, así como hacen las meajas en grande hambre, haciéndosele pesado entretenerse con tan poco, dice: Acaba de entregarte ya de vero.

§ 7.1

En la canción pasada ha mostrado el alma estar enferma o herida de amor de su Esposo a causa de la noticia que de él le dieron las criaturas irracionales; y en esta presente da a entender estar llagada de amor a causa de otra noticia más alta que del Amado recibe por medio de las criaturas racionales, que son más nobles que las otras, las cuales son ángeles y hombres.

§ 9.1

Y como se ve llagada y sola, no teniendo otro ni otra medicina sino a su Amado, que es el que la llagó, dícele que, pues él llagó su corazón con el amor de su noticia, que por qué no le ha sanado con la vista de su presencia; y que, pues él se le ha también robado por el amor con que la ha enamorado, sacándosele de su propio poder, que por qué le ha dejado así, es a saber, sacado de su poder (porque el que ama ya no posee su corazón, pues lo ha dado al Amado) y no le ha puesto de veras en el suyo, tomándole para sí en entera y acabada transformación de amor en gloria.

§ 9.3

Robar no es otra cosa que desaposesionar del robo a su dueño y aposesionarse de ello el robador.

§ 9.5

Y verse ha si el corazón está bien robado en si trae ansias por el Amado o no gusta de otra cosa sino de él, como aquí muestra el alma.

§ 9.5

La razón es porque el corazón no puede estar en paz y sosiego sin posesión; y, cuando está aficionado, ya no tiene posesión de sí ni de alguna otra cosa; y si tampoco posee de veras lo que ama, no le puede faltar fatiga hasta que lo posea; porque hasta entonces está el alma como el vaso vacío que espera el lleno, y como el hambriento que desea el manjar, y como el enfermo que gime por la salud, y como el que está colgado en el aire, que no tiene en qué estribar; de esta misma manera está el corazón enamorado.

§ 9.6

No puede dejar de desear el alma enamorada la paga y salario de su amor, por el cual salario sirve al Amado, porque, de otra manera, no sería verdadero amor.

§ 9.6

El cual salario y paga no es otra cosa, ni el alma puede querer otra, sino más amor, hasta llegar a estar en perfección de amor, el cual no se paga sino de sí mismo, según lo dio a entender el profeta Job (Jb 7, 2) por estas palabras, diciendo: Sicut cervus desiderat umbram, et sicut mercenarius praestolatur finem operis sui, sic et ego habui menses vacuos, et noctes laboriosas enumeravi mihi.

§ 9.6

El cual salario y paga no es otra cosa, ni el alma puede querer otra, sino más amor, hasta llegar a estar en perfección de amor, el cual no se paga sino de sí mismo, según lo dio a entender el profeta Job (Jb 7, 2) por estas palabras, diciendo: Sicut cervus desiderat umbram, et sicut mercenarius praestolatur finem operis sui, sic et ego habui menses vacuos, et noctes laboriosas enumeravi mihi.

§ 9.6

En lo dicho queda dado a entender cómo el alma que ama a Dios no ha de pretender ni esperar otra cosa de él sino la perfección del amor.

§ 10.1

Prosigue, pues, en la presente canción pidiendo al Amado quiera ya poner término a sus ansias y penas, pues no hay otro que baste para hacerlo sino sólo él; y que sea de manera que le puedan ver los ojos de su alma, pues sólo él es la luz en que ellos miran, y ella no los quiere emplear en otra cosa sino sólo en él, diciendo:

§ 10.3

Donde es de notar que entonces está Dios bien presto para consolar al alma y satisfacer en sus necesidades y penas, cuando ella no tiene ni pretende otra satisfacción y consuelo fuera de él.

§ 10.5

Y así es como si dijera en los dos versos sobredichos: pues los ojos míos no tienen otra lumbre, ni por naturaleza ni por amor véante mis ojos, pues de todas maneras eres lumbre de ellos.

§ 10.6

Y en el presente verso le quiere más obligar, diciendo que no los quiere tener para otra alguna cosa que para él.

§ 10.6

Porque, así como justamente es privada de esta divina lumbre el alma que quiere poner los ojos de su voluntad en otra su lumbre de propiedad de alguna cosa fuera de Dios, por cuanto pone impedimento para recibirla, así también congruamente merece que se le dé al alma que a todas las cosas cierra los dichos sus ojos, para abrirlos sólo a su Dios.

§ 11.3

Para inteligencia de lo cual y de los demás versos es de notar que la fe es comparada a la plata en las proposiciones que nos enseña, y las verdades y sustancias que en sí contienen son comparadas al oro; porque esa misma sustancia que ahora creemos vestida y cubierta con plata de fe, habemos de ver y gozar en la otra vida al descubierto, y desnudo el oro de la fe.

§ 13.1

Y en este dichoso día no solamente se le acaban al alma sus ansias vehementes y querellas de amor que antes tenía, mas, quedando adornada de los bienes que digo, comiénzale un estado de paz y deleite y de suavidad de amor, según se da a entender en las presentes canciones, en las cuales no hace otra cosa sino contar y cantar las grandezas de su Amado, las cuales conoce y goza en él por la dicha unión del desposorio.

§ 13.1

Pero no se ha de entender que a todas las que llegan a este estado se les comunica todo lo que en estas dos canciones se declara, ni en una misma manera y medida de conocimiento y sentimiento; porque a unas almas se les da más, y a otras menos, y a unas en una manera y a otras en otra, aunque lo uno y lo otro puede ser en este estado del desposorio espiritual, mas pónese aquí lo más que puede ser, porque en ello se comprehende todo.

§ 13.9

La tercera propiedad que el alma siente en estos sonorosos ríos de su Amado es un sonido y voz espiritual que es sobre todo sonido y sobre toda voz; la cual voz priva toda otra voz y su sonido excede todos los sonidos del mundo.

§ 13.17

Y primero la pondré toda en latín, y luego toda en romance, y después declararé brevemente lo que de ella conviniere a nuestro propósito; y, acabado esto, proseguiré la declaración de los versos de la otra canción.

§ 13.24

La tercera es que ordinariamente está solo y no consiente otra ave alguna junto a sí, sino que, en sentándose junto alguna, luego se va; y así el espíritu en esta contemplación está en soledad de todas las cosas, desnudo de todas ellas, ni consiente en sí otra cosa que soledad en Dios.

§ 13.24

La tercera es que ordinariamente está solo y no consiente otra ave alguna junto a sí, sino que, en sentándose junto alguna, luego se va; y así el espíritu en esta contemplación está en soledad de todas las cosas, desnudo de todas ellas, ni consiente en sí otra cosa que soledad en Dios.

§ 15.5

El tocamiento del Amado es el toque de amor que aquí decimos que hace al alma; la mano es la merced que en ello le hace; la manera por donde entró esta mano, es la manera y modo y grado de perfección que tiene el alma, porque al modo de eso suele ser el toque en más o en menos, y en una manera o en otra de cualidad espiritual del alma; el vientre suyo, que dice se estremeció, es la voluntad en que se hace el dicho toque; y el estremecerse, es levantarse en ella los apetitos y afectos a Dios de desear, amar y alabar y los demás que habemos dicho, que son las emisiones de bálsamo que de ese toque redundan, según decíamos.

§ 15.6

Este adobado vino es otra merced muy mayor que Dios algunas veces hace a las almas aprovechadas, en que las embriaga en el Espíritu Santo con un vino de amor suave, sabroso y esforzoso, por lo cual le llama vino adobado; porque así como el vino adobado está cocido con muchas y diversas especias olorosas y esforzosas, así este amor, que es el que Dios da a los ya perfectos, está ya cocido y asentado en sus almas, y adobado con las virtudes que ya el alma tiene ganadas; el cual, con estas preciosas especias adobado, tal esfuerzo y abundancia de suave embriaguez pone en el alma en las visitas que Dios la hace, que con grande eficacia y fuerza la hace enviar a Dios aquellas emisiones o enviamientos de alabar, amar y reverenciar, etc., que aquí decimos, y esto con admirables deseos de hacer y padecer por él.

§ 16.3

Y lo que Dios comunica al alma en esta estrecha junta, totalmente es indecible y no se puede decir nada, así como del mismo Dios no se puede decir algo que sea como él; porque el mismo Dios es el que se le comunica con admirable gloria de transformación de ella en él, estando ambos en uno; como si dijésemos ahora la vidriera con el rayo del sol, o el carbón con el fuego, o la luz de las estrellas con la del sol, no empero tan esencial y acabadamente como en la otra vida.

§ 16.3

Y así, para dar a entender el alma lo que en aquella bodega de unión recibe de Dios no dice otra cosa, ni entiendo la podía decir más propia para decir algo de ello, que decir el verso siguiente:

§ 16.11

Y esto por dos cosas: la una, porque como actualmente queda absorta y embebida en aquella bebida de amor, no puede estar actualmente en otra cosa; la segunda, porque aquella transformación en Dios de tal manera la conforma con su sencillez y pureza, que la deja limpia y pura y vacía de todas formas y figuras que antes tenía -.porque el acto siempre tiene consigo estas formas-.; así como hace el sol en la vidriera, que, infundiéndose en ella, la hace clara y se pierden de vista todas las máculas y pelillos que antes en ella parecían; pero, vuelto a quitar el sol, apartándose bien de ella, luego vuelven a parecer en ella las nieblas y máculas que antes.

§ 16.11

Mas el alma, como le queda y dura el efecto de aquel acto de amor algún tanto, dura también el no saber, según habemos dicho, cuanto dura el efecto y dejo de aquel acto; el cual, como la inflamó y mudó en amor, aniquilóla y deshízola en todo lo que no era amor, y dejóla no sabiendo otra cosa sino amor, según aquello que dijimos arriba de David (Sal. 72, 21), que dice: Quia inflammatum est cor meum, et renes mei commutati sunt et ego ad mihilum redactus sum, et nescivi, que quiere decir: Porque fue inflamado mi corazón, también mis renes juntamente se mudaron, yo fui resuelto en nada y no supe.

§ 17.4

De aquí es que, no solamente según la voluntad, sino también según la obra, quede ella de hecho sin dejar cosa, toda dada a Dios, así como Dios se ha dado libremente a ella; de manera que quedan pagadas aquellas dos voluntades, entregadas y satisfechas entre sí, de manera que en nada haya de faltar ya la una a la otra, con fe y firmeza de desposorio; que por eso añade ella, diciendo:

§ 18.6

Acerca de lo cual siempre el alma tiene algún oficio vicioso que nunca acabó de vencer hasta que de veras emplea su caudal en el servicio de Dios, donde, como habemos dicho, todas las palabras y pensamientos y obras son ya de Dios, no habiendo ya oficio de murmurar ni de otra imperfección en las palabras, ni en las demás potencias.

§ 24.1

Y así, deseando ella que no le impida cosa este deleite interior que es la viña florida, desea le quiten no sólo las cosas dichas, mas que también haya gran soledad de todas las cosas, de manera que en todas las potencias y apetitos interiores y exteriores no haya forma ni imagen ni otra cosa que parezca y se represente delante del alma y del Amado, que en soledad y unión de entrambos están haciendo y gozando esta piña.

§ 26.2

Y, allende de esto, después cuenta haber recibido grandes comunicaciones y muchas visitas de su Amado, en que se ha ido perfeccionando y enterando en el amor de él; tanto que, pasando de todas las cosas y de sí misma, se entregó a él por unión de amor en desposorio espiritual, en que como ya desposada, ha recibido del Esposo grandes dones y joyas, como ha cantado desde la canción, donde se hizo este divino desposorio, que dice: Apártalos, Amado, de cuyas propiedades ha ido tratando hasta aquí, donde el Esposo hace mención de él, y por eso se trata aquí de sus propiedades en ésta, hasta ésta de ahora que comienza: Entrado se ha la Esposa, donde restaba ya hacer el Esposo mención del dicho matrimonio espiritual entre la dicha alma y el Hijo de Dios, Esposo suyo, el cual es mucho más que el desposorio, porque es una transformación total en el Amado, en que se entregan ambas las partes por total posesión de la una a la otra en consumada unión de amor, cual se puede en esta vida, en que está el alma hecha divina y Dios por participación, en cuanto se puede en esta vida.

§ 28.2

Llama aves ligeras a las digresiones de la imaginativa, que son ligeras y sutiles en volar a una parte y a otra; las cuales, cuando la voluntad está gozando en quietud de la comunicación sabrosa del Amado, suelen hacerle sinsabor y apagarle el gusto con sus vuelos sutiles.

§ 28.3

Por los ciervos y los gamos saltadores entiende la otra potencia del ánima que es concupiscible, que es la potencia de apetecer, la cual tiene dos efectos: el uno es de cobardía y el otro de osadía.

§ 28.6

Por los miedos de las noches veladores se entienden las afecciones de la otra pasión, que es el temor, las cuales en los espirituales que aún no han llegado a este estado del matrimonio espiritual, de que vamos hablando, suelen ser muy grandes; a veces de parte de Dios, al tiempo que les quiere hacer algunas mercedes (como habemos dicho arriba), que les suele hacer temor al espíritu y pavor, y también encogimiento a la carne y sentidos, por no tener ellos fortalecido y perfeccionado el natural y habituado a aquellas mercedes de Dios, a veces también de parte del demonio, el cual, al tiempo que Dios da al alma recogimiento y suavidad en sí, teniendo él grande envidia y pesar de aquel bien y paz del alma procura poner horror y temor en el espíritu por impedirla aquel bien y a veces como amenazándola allá en el espíritu; y cuando ve que no puede llegar a lo interior del alma (por estar ella muy recogida y unida con Dios) a lo menos por de fuera en la parte sensitiva pone distracción o variedad y aprietos y dolores y horror al sentido, a ver si por este medio puede inquietar a la esposa de su tálamo.

§ 29.4

Pero, porque hay natural comunicación de la gente que mora en estos arrabales de la parte sensitiva -.la cual gente es las ninfas que decimos-. de tal manera que lo que se obra en esta parte ordinariamente se siente en la otra más interior, que es la razonal, y por consiguiente la hace advertir y desquietar de la obra espiritual que tiene en Dios, díceles que moren en sus arrabales, esto es, que se quieten en sus sentidos sensitivos, interiores y exteriores.

§ 32.5

Y la causa es porque la halla a solas, como está dicho, y así no la quiere dar otra compañía, aprovechándola y fiándola de otro que de si solo.

§ 36.4

Lo cual, aunque se cumple perfectamente en la otra vida, todavía en ésta, cuando se llega al estado perfecto, se alcanza gran rastro y sabor de ello, al modo que vamos diciendo, aunque, como habemos dicho, no se puede decir.

§ 37.6

Y es de notar que no dice aquí la esposa que la caballería descendía a gustar las aguas, sino a vista de ellas; porque esta parte sensitiva con sus potencias no pueden esencial y propiamente gustar los bienes espirituales (porque no tienen proporcionada capacidad para eso, no sólo en esta vida pero ni en la otra), sino por cierta redundancia del espíritu reciben la recreación y deleite de ellos, por el cual son atraídas estas potencias y sentidos corporales al recogimiento interior en que está bebiendo el alma los bienes espirituales.

    

Juan de la Cruz (1542-1591)    Cantico espiritual B

§ 0

Y esto por dos cosas: la una, porque para los principiantes hay muchas cosas escritas; la otra, porque en ello hablo con Vuestra Reverencia por su mandado, a la cual Nuestro Señor ha hecho merced de haberle sacado de esos principios y llevádola más adentro al seno de su amor divino.

§ 0

Cayendo el alma en la cuenta de lo que está obligada a hacer, viendo que la vida es breve (Job 14, 5), la senda de la vida eterna estrecha (Mt. 7, 14), que el justo apenas se salva (1 Pe. 4, 18), que las cosas del mundo son vanas y engañosas, que todo se acaba y falta como el agua que corre (2 Re. 14, 14), el tiempo incierto, la cuenta estrecha, la perdición muy fácil, la salvación muy dificultosa; conociendo, por otra parte, la gran deuda que a Dios debe en haberle criado solamente para sí, por lo cual le debe el servicio de toda su vida, y en haberla redimido solamente por sí mismo, por lo cual le debe todo el resto y respondencia del amor de su voluntad, y otros mil beneficios en que se conoce obligada a Dios desde antes que naciese; y que gran parte de su vida se ha ido en el aire; y que de todo esto ha de haber cuenta y razón, así de lo primero como de lo postrero, hasta el último cuadrante (Mt. 5, 26), cuando escudriñará Dios a Jerusalén con candelas encendidas (Sof. 1, 12), y que ya es tarde y por ventura lo postrero del día (Mt. 20, 6); para remediar tanto mal y daño, mayormente sintiendo a Dios muy enojado y escondido por haberse ella querido olvidar tanto de él entre las criaturas, tocada ella de pavor y dolor de corazón interior sobre tanta perdición y peligro, renunciando a todas las cosas, dando de mano a todo negocio, sin dilatar un día ni una hora, con ansia y gemido salido del corazón herido ya del amor de Dios, comienza a invocar a su Amado y dice:

§ 1.4

De manera que el intento principal del alma en este verso no es sólo pedir la devoción afectiva y sensible, en que no hay certeza ni claridad de la posesión del Esposo en esta vida, sino principalmente la clara presencia y visión de su esencia en que desea estar certificada y satisfecha en la otra.

§ 1.5

Porque, en pedir le mostrase dónde se apacentaba, era pedir le mostrase la esencia del Verbo Divino, su Hijo, porque el Padre no se apacienta en otra cosa que en su único Hijo, pues es la gloria del Padre; y en pedir le mostrase el lugar donde se recostaba, era pedirle lo mismo, porque el Hijo solo es el deleite del Padre, el cual no se recuesta en otro lugar ni cabe en otra cosa que en su amado Hijo, en el cual todo el se recuesta, comunicándole toda su esencia al mediodía, que es la eternidad, donde siempre le engendra y le tiene engendrado.

§ 1.5

Porque, en pedir le mostrase dónde se apacentaba, era pedir le mostrase la esencia del Verbo Divino, su Hijo, porque el Padre no se apacienta en otra cosa que en su único Hijo, pues es la gloria del Padre; y en pedir le mostrase el lugar donde se recostaba, era pedirle lo mismo, porque el Hijo solo es el deleite del Padre, el cual no se recuesta en otro lugar ni cabe en otra cosa que en su amado Hijo, en el cual todo el se recuesta, comunicándole toda su esencia al mediodía, que es la eternidad, donde siempre le engendra y le tiene engendrado.

§ 1.10

Pero en esta vida mortal, aunque no llegará el alma tan a lo puro de ellos como en la otra, por más que se esconda, todavía, si se escondiere, como Moisés, en la caverna de la piedra (Ex. 33, 22­23), que es en la verdadera imitación de la perfección de la vida del Hijo de Dios, Esposo del alma, amparándola Dios con su diestra, merecerá que le muestren las espaldas de Dios, que es llegar en esta vida a tanta perfección, que se una y transforme por amor en el dicho Hijo de Dios, su Esposo; de manera que se sienta tan junta con él y tan instruida y sabia en sus misterios, que cuanto a lo que toca a conocerle en esta vida no tenga necesidad de decir: ¿Adónde te escondiste?

§ 1.11

Porque la fe, que es el secreto que habemos dicho, son los pies con que el alma va a Dios, y el amor es la guía que la encamina; y andando ella tratando y manoseando estos misterios y secretos de fe, merecerá que el amor la descubra lo que en sí encierra la fe, que es el Esposo que ella desea, en esta vida por gracia especial, en divina unión con Dios, como habemos dicho, y en la otra, por gloria esencial, gozándole cara a cara, ya de ninguna manera escondido.

§ 1.11

Pero, entre tanto, aunque el alma llegue a esta dicha unión, que es el más alto estado a que se puede llegar en esta vida, por cuanto todavía al alma le está escondido en el seno del Padre, como habemos dicho, que es como ella le desea gozar en la otra, siempre dice: ¿Adónde te escondiste?

§ 1.20

Es de saber que este salir espiritualmente se entiende aquí de dos maneras, para ir tras Dios: la una, saliendo de todas las cosas, lo cual se hace por aborrecimiento y desprecio de ellas; la otra, saliendo de sí misma por olvido de sí, lo cual se hace por el amor de Dios.

§ 3.4

Por las riberas, que son bajas, entiende las mortificaciones, penitencias y ejercicios espirituales, por las cuales también dice que irá ejercitando en ellas la vida activa, junto con la contemplativa que ha dicho; porque, para buscar a lo cierto a Dios y adquirir las virtudes, la una y la otra son menester.

§ 3.7

Y es principalmente en tres maneras: la primera, que le ha de faltar el favor del mundo, perder los amigos, el crédito, valor y aun la hacienda; la segunda, que es otra fiera no menor, que cómo ha de poder sufrir no haber ya jamás de tener contentos ni deleites del mundo y carecer de todos los regalos de él; y la tercera es aún mayor, conviene a saber, que se han de levantar contra ella las lenguas, y han de hacer burla y ha de haber muchos dichos y mofas, y la han de tener en poco.

§ 4.3

Donde es de notar que advertidamente dice: por la mano del Amado, porque, aunque otras muchas cosas hace Dios por mano ajena, como de los ángeles o de los hombres, ésta, que es criar, nunca la hizo ni hace por otra que por la suya propia.

§ 6.4

Y así, cada vista que del Amado recibe de conocimiento o sentimiento, u otra cualquier comunicación (los cuales son como mensajeros que dan al alma recaudos de noticias de quién él es aumentándole y despertándole más el apetito, así como hacen las meajas en grande hambre), haciéndosele pesado entretenerse con tan poco, dice: Acaba de entregarte ya de vero.

§ 7.1

En la canción pasada ha mostrado el alma estar enferma o herida de amor de su Esposo a causa de la noticia que de él le dieron las criaturas irracionales; y en esta presente da a entender estar llagada de amor a causa de otra noticia más alta que del Amado recibe por medio de las criaturas racionales, que son más nobles que las otras, las cuales son ángeles y hombres.

§ 8.3

En lo cual es grande el encarecimiento que el alma hace, porque da aquí a entender que padece en dos contrarios, que son vida natural en cuerpo y vida espiritual en Dios, que son contrarios en sí, por cuanto repugna el uno al otro; y, viviendo ella en entrambas por fuerza ha de tener gran tormento, pues la una vida penosa le impide la otra sabrosa, tanto que la vida natural le es a ella como muerte, pues por ella está privada de la espiritual, en que tiene todo su ser y vida por naturaleza, y todas sus operaciones y afecciones por amor.

§ 9.2

Y como se ve llagada y sola, no teniendo otro ni otra medicina sino a su Amado, que es el que la llagó, dícele que, pues él llagó su corazón con el amor de su noticia, que por qué no la ha sanado con la vista de su presencia; y que, pues él se le ha también robado por el amor con que le ha enamorado, sacándosele de su propio poder, que por qué le ha dejado así, es a saber, sacado de su poder (porque el que ama ya no posee su corazón, pues lo ha dado al Amado), y no le ha puesto de veras en el suyo, tomándole para sí en entera y acabada transformación de amor en gloria.

§ 9.4

Robar no es otra cosa que desaposesionar de lo suyo a su dueño y aposesionarse de ello el robador.

§ 9.6

Y verse ha si el corazón está bien robado de Dios en una de dos cosas: en si trae ansias por Dios, y no gusta de otra cosa sino de él, como aquí muestra el alma.

§ 9.6

La razón es porque el corazón no puede estar en paz y sosiego sin alguna posesión, y, cuando está bien aficionado, ya no tiene posesión de sí ni de alguna otra cosa, como habemos dicho; y si tampoco posee cumplidamente lo que ama, no le puede faltar tanta fatiga cuanta es la falta hasta que lo posea y se satisfaga; porque hasta entonces está el alma como el vaso vacío, que espera su lleno, y como el hambriento, que desea el manjar, y como el enfermo, que gime por la salud, y como el que está colgado en el aire, que no tiene en qué estribar.

§ 9.7

Y de otra manera no sería verdadero amor, porque el salario y paga del amor no es otra cosa, ni el alma puede querer otra, sino más amor, hasta llegar a perfección de amor; porque el amor no se paga sino de sí mismo, según lo dio a entender el profeta Job (7, 2) cuando, hablando con la misma ansia y deseo que aquí está el alma, dijo: Así como el siervo desea sombra, y como el jornalero espera el fin de su obra, así yo tuve vacíos los meses, y conté las noches trabajosas para mí.

§ 9.7

Y de otra manera no sería verdadero amor, porque el salario y paga del amor no es otra cosa, ni el alma puede querer otra, sino más amor, hasta llegar a perfección de amor; porque el amor no se paga sino de sí mismo, según lo dio a entender el profeta Job (7, 2) cuando, hablando con la misma ansia y deseo que aquí está el alma, dijo: Así como el siervo desea sombra, y como el jornalero espera el fin de su obra, así yo tuve vacíos los meses, y conté las noches trabajosas para mí.

§ 9.7

Y de otra manera no sería verdadero amor, porque el salario y paga del amor no es otra cosa, ni el alma puede querer otra, sino más amor, hasta llegar a perfección de amor; porque el amor no se paga sino de sí mismo, según lo dio a entender el profeta Job (7, 2) cuando, hablando con la misma ansia y deseo que aquí está el alma, dijo: Así como el siervo desea sombra, y como el jornalero espera el fin de su obra, así yo tuve vacíos los meses, y conté las noches trabajosas para mí.

§ 9.7

Si durmiere, diré: ¿cuándo llegará el día, en que me levantaré? Y luego volveré otra vez a esperar la tarde y seré lleno de dolores hasta las tinieblas de la noche.

§ 10.2

La razón de todo esto, sacándola de lo dicho, es que, como el paladar de la voluntad de alma anda tocado y saboreado con este manjar de amor de Dios, en cualquier cosa o trato que se le ofrece, luego en continente, sin mirar a otro gusto o respeto, se inclina la voluntad a buscar y gozar en aquello a su Amado, como hizo María Magdalena cuando con ardiente amor andaba buscándole por el huerto: pensando que era el hortelano, sin otra ninguna razón ni acuerdo le dijo: Si tú me le tomaste dímelo, y yo le tomaré (Jn. 20, 15).

§ 10.4

Prosigue, pues, en la presente canción pidiendo al Amado quiera ya poner término a sus ansias y penas, pues no hay otro que baste, sino sólo él, para hacerlo, y que sea de manera que le puedan ver los ojos de su alma, pues sólo él es la luz en que ellos miran, y ella no los quiere emplear en otra cosa sino sólo en él, diciendo:

§ 10.6

Donde es de notar que entonces está Dios bien presto para consolar al alma y satisfacer en sus necesidades y penas, cuando ella no tiene ni pretende otra satisfacción y consuelo fuera de él.

§ 10.8

Y así es como si dijera en los dos versos sobredichos: pues los ojos de mi alma no tienen otra lumbre, ni por naturaleza ni por amor, sino a ti, véante mis ojos, pues de todas maneras eres lumbre de ellos.

§ 10.9

En lo cual quiere el alma obligar al Esposo a que la deje ver esta lumbre de sus ojos, no sólo porque, no teniendo otra, estará en tinieblas, sino también porque no los quiere tener para otra alguna cosa que para él.

§ 10.9

En lo cual quiere el alma obligar al Esposo a que la deje ver esta lumbre de sus ojos, no sólo porque, no teniendo otra, estará en tinieblas, sino también porque no los quiere tener para otra alguna cosa que para él.

§ 10.9

Porque, así como justamente es privada de esta divina luz el alma que quiere poner los ojos de su voluntad en otra su lumbre de propiedad de alguna cosa fuera de Dios (por cuanto en ello ocupa la vista para recibir la lumbre de Dios), así también congruamente merece que se le dé al alma que a todas las cosas cierra los dichos sus ojos, para abrirlos sólo a su Dios.

§ 11.7

Dos vistas se sabe que matan al hombre, por no poder sufrir la fuerza y eficacia de la vista: la una es la del basilisco, de cuya vista se dice mueren luego, otra es la vista de Dios.

§ 11.7

Pero son muy diferentes las causas, porque la una vista mata con gran ponzoña, y la otra con inmensa salud y bien de gloria.

§ 11.8

Porque querer morir es imperfección natural; pero, supuesto que no puede estar esta vida corruptible de hombre con la otra vida inmarcesible de Dios, dice: máteme, etc.

§ 11.10

Pero el alma que ama a Dios, más vive en la otra vida que en ésta; porque más vive el alma adonde ama que donde anima, y así tiene en poco esta vida temporal.

§ 11.11

La causa por que la enfermedad de amor no tiene otra cura sino la presencia y figura del Amado, como aquí dice, es porque la dolencia de amor, así como es diferente de las demás enfermedades, su medicina es también diferente.

§ 11.11

La razón es porque la salud del alma es el amor de Dios, y así, cuando no tiene cumplido amor, no tiene cumplida salud y por eso está enferma, porque la enfermedad no es otra cosa sino falta de salud.

§ 12.4

Para inteligencia de lo cual y de los demás versos es de saber que la fe es comparada a la plata en las proposiciones que nos enseña, y las verdades y sustancia que en sí contienen son comparadas al oro; porque esa misma sustancia que ahora creemos vestida y cubierta con plata de fe, habemos de ver y gozar en la otra vida al descubierto, desnudo el oro de la fe.

§ 14.2

Y en este dichoso día, no solamente se le acaban al alma sus ansias vehementes y querellas de amor que antes tenía, mas, quedando adornada de los bienes que digo, comiénzale un estado de paz y deleite y de suavidad de amor, según se da a entender en las presentes canciones, en las cuales no hace otra cosa sino contar y cantar las grandezas de su Amado, las cuales conoce y goza en él por la dicha unión del desposorio.

§ 14.2

Pero no se ha de entender que a todas las que llegan a este estado se les comunica todo lo que en estas dos canciones se declara, ni en una misma manera y medida de conocimiento y sentimiento; porque a unas almas se les da más y a otras menos, y a unas en una manera y a otras en otra, aunque lo uno y lo otro puede ser en este estado del desposorio espiritual; mas pónese aquí lo más que puede ser, porque en ello se comprehende todo.

§ 14.9

La tercera propiedad que el alma siente en estos sonoros ríos de su Amado es un ruido y voz espiritual que es sobre todo sonido y voz, la cual voz priva toda otra voz, y su sonido excede todos los sonidos del mundo.

§ 14.17

Y, acabado esto, proseguiré la declaración de los versos de la otra canción.

§ 14.24

La tercera es que ordinariamente está solo y no consiente otra ave alguna junto a sí, sino que, en posándose alguna junto, luego se va; y así el espíritu en esta contemplación está en soledad de todas las cosas, desnudo de todas ellas, ni consiente en sí otra cosa que soledad en Dios.

§ 14.24

La tercera es que ordinariamente está solo y no consiente otra ave alguna junto a sí, sino que, en posándose alguna junto, luego se va; y así el espíritu en esta contemplación está en soledad de todas las cosas, desnudo de todas ellas, ni consiente en sí otra cosa que soledad en Dios.

§ 14.29

En lo cual da a entender que él trae la cena consigo, la cual no es otra cosa sino su mismo sabor y deleites de que él mismo goza; los cuales, uniéndose él con el alma, se los comunica y goza ella también; que eso quiere decir yo cenaré con él, y él conmigo.

§ 15.7

La causa por que aquí dice que la viña está con flor y no dice con fruto, es porque las virtudes en esta vida, aunque se gozan en el alma con tanta perfección como ésta de que hablamos, es como gozarla en flor, porque sólo en la otra se gozarán como en fruto.

§ 16.10

Y otra vez dice (6, 2): Yo para mi Amado, y mi Amado para mí, que se apacienta entre los lirios, es a saber, que se apacienta y deleita en mi alma, que es el huerto suyo, entre los lirios de mis virtudes y perfecciones y gracias.

§ 17.7

Pero, porque hay natural comunicación de la gente que mora en estos arrabales de la parte sensitiva, la cual gente es las ninfas que decimos, con la parte superior, que es la ciudad, de tal manera que lo que se obra en esta parte inferior ordinariamente se siente en la otra interior, y, por consiguiente le hace advertir y desquietar de la obra y asistencia espiritual que tiene en Dios; por eso les dice que moren en sus arrabales, esto es, que se quieten en sus sentidos sensitivos interiores y exteriores.

§ 19.5

Llama aves ligeras a las digresiones de la imaginativa, que son ligeras y sutiles en volar a una parte y a otra; las cuales, cuando la voluntad está gozando en quietud de la comunicación sabrosa del Amado, suelen hacerle sinsabor y apagarle el gusto con sus vuelos sutiles.

§ 19.6

Por los ciervos y los gamos saltadores entiende la otra potencia del alma, que es concupiscible, que es la potencia del apetecer, la cual tiene dos efectos: el uno es de cobardía y el otro de osadía.

§ 19.9

Por los miedos de las noches veladores se entienden las afecciones de la otra pasión, que es el temor; las cuales en los espirituales que aún no han llegado a este estado del matrimonio espiritual, de que vamos hablando, suelen ser muy grandes, a veces de parte de Dios, al tiempo que les quiere hacer algunas mercedes (como habemos dicho arriba) que les suele hacer temor al espíritu y pavor y también encogimiento a la carne y sentidos, por no tener ellos fortalecido y perfeccionado el natural y habituado a aquellas mercedes; a veces también de parte del demonio, el cual al tiempo que Dios da al alma recogimiento y suavidad en sí, teniendo él grande envidia y pesar de aquel bien y paz del alma, procura poner horror y temor en el espíritu por impedirla aquel bien, y a veces como amenazándola allá en el espíritu; y cuando ve que no puede llegar a lo interior del alma (por estar ella muy recogida y unida con Dios) a lo menos por de fuera en la parte sensitiva pone distracción, variedad y aprietos y dolores y horror al sentido, a ver si por este medio puede inquietar a la Esposa de su tálamo.

§ 19.11

En los deseos de la esperanza tampoco se aflige, porque, estando ya satisfecha con esta unión de Dios cuanto en esta vida puede, ni acerca del mundo tiene qué esperar ni acerca de lo espiritual qué desear, pues se ve y siente llena de las riquezas de Dios; y así, en el vivir y en el morir está conforme y ajustada con la voluntad de Dios, diciendo según la parte sensitiva y espiritual: Fiat voluntas tua (Mt. 6, 10), sin ímpetu de otra gana y apetito.

§ 19.13

Y cosa natural es que, cuando una cosa da gozo y contento al alma, si tiene otra que más estime y más gusto le dé, luego se acuerda de aquélla y asienta su gusto y gozo en ella.

§ 20.3

El cual es mucho más sin comparación que el desposorio espiritual, porque es una transformación total en el Amado, en que se entregan ambas las partes por total posesión de la una a la otra, con cierta consumación de unión de amor, en que está el alma hecha divina y Dios por participación, cuanto se puede en esta vida.

§ 22.1

Porque el lecho no es otra cosa que su mismo Esposo el Verbo, Hijo de Dios, como luego se dirá, en el cual ella, por medio de la dicha unión de amor, se recuesta.

§ 23.6

El tocamiento del Amado es el toque de amor que aquí decimos que hace al alma, la mano es la merced que en ello le hace; la manera por donde entró esta mano, es la manera y modo y grado de perfección que tiene el alma, porque al modo de eso suele ser el toque en más o en menos y en una manera o en otra de calidad espiritual del alma; el vientre suyo, que dice se estremeció, es la voluntad en que se hace el dicho toque, y el estremecerse es levantarse en ella los apetitos y afectos a Dios de desear, amar y alabar y los demás que habemos dicho, que son las emisiones de bálsamo que de este toque redundan, según decíamos.

§ 23.7

Este adobado vino es otra merced muy mayor que Dios algunas veces hace a las almas aprovechadas, en que las embriaga en el Espíritu Santo con un vino de amor suave, sabroso y esforzoso, por lo cual le llama vino adobado; porque, así como el vino adobado está adobado y cocido con muchas y diversas especias olorosas y esforzosas, así este amor, que es el que Dios da a los ya perfectos, está ya cocido y asentado en sus almas y adobado con las virtudes que ya el alma tiene ganadas; el cual, con estas preciosas especias adobado, tal esfuerzo y abundancia de suave embriaguez pone en el alma en las visitas que Dios le hace, que con grande eficacia y fuerza le hace enviar a Dios aquellas emisiones o enviamientos: de alabar, amar y reverenciar, etc., que aquí decimos, y esto con admirables deseos de hacer y padecer por él.

§ 24.4

Y lo que Dios comunica al alma en esta estrecha junta, totalmente es indecible y no se puede decir nada, así como del mismo Dios no se puede decir algo que sea como él; porque el mismo Dios es el que se le comunica con admirable gloria de transformación de ella en él, estando ambos en uno: como si dijéramos ahora la vidriera con el rayo del sol, o el carbón con el fuego, o la luz de las estrellas con la del sol; no empero tan esencial y acabadamente como en la otra vida.

§ 24.4

Y así, para dar a entender el alma lo que en aquella bodega de unión recibe de Dios, no dice otra cosa, ni entiendo la podrá decir más propia para decir algo de ello, que decir el verso siguiente:

§ 24.16

Porque en esta unión de sabiduría divina se juntan estos hábitos con la sabiduría superior de las otras ciencias, así como, juntándose una luz pequeña con otra grande, la grande es la que priva y luce, y la pequeña no se pierde, antes se perfecciona, aunque no es la que principalmente luce.

§ 24.17

Pero las noticias y formas particulares de las cosas y actos imaginarios, y cualquiera otra aprehensión que tenga forma y figura, todo lo pierde e ignora en aquel absorbimiento de amor.

§ 24.17

Y esto, por dos causas: la primera, porque, como actualmente queda absorta y embebida el alma en aquella bebida de amor, no puede estar en otra cosa actualmente y no advertir a ella; la segunda y principal, porque aquella transformación en Dios de tal manera la conforma con la sencillez y pureza de Dios (en la cual no cae forma ni figura imaginaria) que la deja limpia y pura y vacía de todas formas y figuras que antes tenía, purgada e ilustrada con sencilla contemplación, así como hace el sol en la vidriera, que, infundiéndose en ella, la hace clara y se pierden de vista todas las máculas y motas que antes en ella parecían; pero, vuelto a quitar el sol, luego vuelven a parecer en ella las nieblas y máculas de antes.

§ 25.6

De aquí es que, no solamente según la voluntad sino también según la obra, quede ella de hecho sin dejar cosa, toda dada a Dios, así como Dios se ha dado libremente a ella; de manera que quedan pagadas aquellas dos voluntades, entregadas y satisfechas entre sí, de manera que en nada haya de faltar ya la una a la otra, con fe y firmeza de desposorio, que, por eso, añade ella, diciendo:

§ 25.8

De lo dicho queda entendido claro que el alma que ha llegado a este estado de desposorio espiritual no sabe otra cosa sino amar y andar siempre en deleites de amor con el Esposo; porque, como en esto ha llegado a la perfección, cuya forma y ser, como dice san Pablo (Cl. 3, 14), es el amor, pues cuanto un alma más ama, tanto es más perfecta en aquello que ama, de aquí es que esta alma, que ya está perfecta, todo es amor, si así se puede decir, y todas sus acciones son amor, y todas sus potencias y caudal de su alma emplea en amar, dando todas sus cosas, como el sabio mercader (Mt. 13, 46), por este tesoro de amor que halló escondido en Dios, el cual es de tanto precio delante de él, que, como el alma ve que su Amado nada precia ni de nada se sirve fuera del amor, de aquí es que, deseando ella servirle perfectamente, todo lo emplea en amor puro de Dios.

§ 26.1

Pero porque dijimos que Dios no se sirve de otra cosa sino de amor, antes que la declaremos será bueno decir aquí la razón: y es porque todas nuestras obras y todos nuestros trabajos, aunque sea lo más que puede ser, no son nada delante de Dios; porque en ellas no le podemos dar nada ni cumplir su deseo, el cual sólo es de engrandecer al alma.

§ 26.1

Para sí nada de esto desea, pues no lo ha menester, y así, si de algo se sirve, es de que el alma se engrandezca; y como no hay otra cosa en que más la pueda engrandecer que igualándola consigo, por eso solamente se sirve de que le ame; porque la propiedad del amor es igualar al que ama con la cosa amada.

§ 26.4

Porque el cuerpo ya le trata según Dios, los sentidos interiores y exteriores rige y gobierna enderezando a él las operaciones de ellos y las cuatro pasiones del alma todas las tiene ceñidas también a Dios, porque no se goza sino de Dios, ni tiene esperanza en otra cosa que en Dios, ni teme sino sólo a Dios, ni se duele sino según Dios; y también todos sus apetitos y cuidados van sólo a Dios.

§ 27.1

Verdaderamente esta alma está perdida en todas las cosas, y sólo está ganada en amor, no empleando ya el espíritu en otra cosa.

§ 27.1

Lo cual él precia y estima en tanto, que, así como reprendió a Marta (Lc. 10, 41) porque quería apartar a María de sus pies por ocuparla en otras cosas activas en servicio del Señor (entendiendo que ella se lo hacía todo y que María no hacía nada, pues se estaba holgando con el Señor, siendo ello muy al revés, pues no hay obra mejor ni más necesaria que el amor), así también en los Cantares (3, 5) defiende a la Esposa, conjurando a todas las criaturas del mundo, las cuales se entienden allí por las hijas de Jerusalén, que no impidan a la Esposa el sueño espiritual de amor, ni la hagan velar, ni abrir los ojos a otra cosa hasta que ella quiera.

§ 27.3

Cierto, entonces harían más y con menos trabajo con una obra que con mil, mereciéndolo su oración, y habiendo cobrado fuerzas espirituales en ella; porque de otra manera todo es martillar y hacer poco más que nada, y a veces nada, y aun a veces daño.

§ 27.4

Esto he dicho para dar a entender esta otra canción; porque en ella el alma responde por sí a todos aquellos que impugnan este santo ocio del alma y quieren que todo sea obrar, que luzca e hincha el ojo por de fuera, no entendiendo ellos la vena y raíz oculta de donde nace el agua y se hace todo fruto, Y así, dice la canción:

§ 28.1

Porque, así como la desposada en el día de su desposorio no entiende en otra cosa sino en lo que es fiesta y deleite de amor y en sacar todas sus joyas y gracias a luz para con ellas agradar y deleitar al esposo, y el esposo ni más ni menos todas sus riquezas y excelencias le muestra para hacerle a ella fiesta y solaz, así aquí en este espiritual desposorio, donde el alma siente de veras lo que la Esposa dice en los Cantares (6, 2), es a saber: Yo para mi Amado, y mi Amado para mí, las virtudes y gracias de la Esposa alma y las magnificencias y gracias del Esposo Hijo de Dios salen a la luz, y se ponen en plato para que se celebren las bodas de este desposorio. comunicándose los bienes y deleites del uno en el otro con vino de sabroso amor en el Espíritu Santo.

§ 28.10

Del demonio dice Dios en el libro de Job (41, 6­7) que su cuerpo es como escudos de metal colado, guarnecido con escamas tan apretadas entre sí, que de tal manera se juntan una a otra, que no puede entrar el aire por ellas.

§ 29.2

De donde, si el amor de un hombre para con otro hombre fue tan fuerte que pudo conglutinar un alma con otra, ¿qué será la conglutinación que hará del alma con el Esposo Dios el amor que el alma tiene al mismo Dios, mayormente siendo Dios aquí el principal amante, que con la omnipotencia de su abisal amor absorbe al alma en sí con más eficacia y fuerza que un torrente de fuego a una gota de rocío de la mañana, que se suele volar resuelta en el aire? De donde el cabello que tal obra de juntura hace, sin duda conviene que sea muy fuerte y sutil, pues con tanta fuerza penetra las partes que ase.

§ 30.1

Porque tiene tal condición, que, si se le llevan por amor y por bien, le harán hacer cuanto quisieren; y si de otra manera, no hay hablarle ni poder con él aunque hagan extremos; pero, por amor, en un cabello le ligan.

§ 31.4

No dice esto por querer la tal alma ser tenida en algo, porque antes los desprecios y vituperios son de grande estima y gozo para el alma que de veras ama a Dios, y porque ve que de su cosecha no merece otra cosa, sino por la gracia y dones que tiene de Dios, según ella va dando a entender, diciendo:

§ 32.5

Para cuya inteligencia es de saber que de la tórtola se dice que, cuando no halla a su consorte, ni se asienta en ramo verde, ni bebe el agua clara ni fría, ni se pone debajo de la sombra ni se junta con otra compañía; pero en juntándose con él ya goza de todo esto.

§ 33.6

Y la causa es porque la halla a solas, como está dicho, y así no la quiere dar otra compañía, aprovechándola y fiándola de otro que sí solo.

§ 33.6

Y, habiéndose el alma ya subido en soledad de todo sobre todo, ya todo no le aprovecha ni sirve para más subir otra cosa que el mismo Verbo Esposo; el cual, por estar tan enamorado de ella, él a solas es el que la quiere hacer las dichas mercedes.

§ 33.7

Y así, él no quiso dejarla sola, sino que, herido de ella por la soledad que por él tiene, viendo que no se contenta con otra cosa, él solo la guía a sí mismo, atrayéndola y absorbiéndola en sí, lo cual no hiciera él en ella si no la hubiera hallado en soledad espiritual.

§ 34.1

Puesta, pues, el alma en esta cumbre de perfección y libertad de espíritu en Dios, acabadas todas las repugnancias y contrariedades de la sensualidad, ya no tiene otra cosa en qué entender ni otro ejercicio en qué se emplear sino en darse en deleites y gozos de íntimo amor con el Esposo.

§ 34.2

Edificarse han en ti las soledades de los siglos, y los principios y fundamentos de una generación y de otra generación resucitarás; y serás llamado edificador de los setos, apartando tus sendas y veredas a la quietud.

§ 34.6

6. esto es, a la noticia matutina y esencial de Dios, que es conocimiento en el Verbo divino, el cual por su alteza es aquí significado por el monte, como dice Isaías (2, 3), provocando a que conozcan al Hijo de Dios, diciendo: Venid y subamos al monte del Señor; otra vez (2, 2): Estará aparejado el monte de la casa del Señor.

§ 34.7

Y en decir: al collado, es pedirle también que la informe en la hermosura de esta otra sabiduría menor, que es en sus criaturas y misteriosas obras; lo cual también es hermosura del Hijo de Dios, en que desea el alma ser ilustrada.

§ 36.4

Hasta llegar a esto no está el alma contenta, ni en la otra vida lo estaría, si como dice Santo Tomás in opusculo De Beatitudine, no sintiese que ama a Dios tanto cuanto de él es amada.

§ 36.6

Y otra vez dice Isaías (64, 4): Ojo no vio, Señor, fuera de ti, lo que aparejaste, etc.

§ 36.9

En un salmo (Sal. 30, 20) dice: ¡Cuán grande es la multitud de tu dulzura, que escondiste a los que te temen! Y por eso en otra parte (Sal. 35, 9) llama a aquello torrente de deleite, diciendo: Del torrente de tu deleite los darás a beber.

§ 36.9

Y, porque tampoco halla David igualdad en este nombre, llámalo en otra parte (Sal. 20, 4) prevención de las bendiciones de la dulzura de Dios.

§ 37.4

Y en la transformación que el alma tiene en esta vida, pasa esta misma aspiración de Dios al alma y del alma a Dios con mucha frecuencia, con subidísimo deleite de amor en el alma, aunque no en revelado y manifiesto grado, como en la otra vida.

§ 37.4

Lo cual en los beatíficos de la otra vida y en los perfectos de ésta es en las dichas maneras.

§ 37.6

Lo cual, aunque se cumple perfectamente en la otra vida, todavía en ésta (cuando se llega al estado perfecto, como decimos ha llegado aquí el alma) se alcanza gran rastro y sabor de ella, al modo que vamos diciendo, aunque, como habemos dicho, no se puede decir.

§ 38.4

Por el cual cerco entiende aquí el alma las pasiones y apetitos del alma, los cuales, cuando no están vencidos y amortiguados, la cercan en derredor, combatiéndola de una parte y de otra, por lo cual los llama cerco.

§ 38.6

Y es de notar que no dice aquí la Esposa que la caballería descendía a gustar las aguas, sino a vista de ellas, porque esta parte sensitiva con sus potencias no tienen capacidad para gustar esencial y propiamente de los bienes espirituales, no sólo en esta vida, pero ni aun en la otra; sino por cierta redundancia del espíritu reciben sensitivamente recreación y deleite de ellos, por el cual deleite estos sentidos y potencias corporales son atraídos al recogimiento interior, donde está bebiendo el alma las aguas de los bienes espirituales, lo cual más es descender a la vista de ellas que a beberlas y gustarlas como ellas son.

    

Juan de la Cruz (1542-1591)    Cantico espiritual CA

    

Juan de la Cruz (1542-1591)    Cautelas

§ 6.

No ames a una persona más que a otra, que errarás; porque aquel es digno de más amor que Dios ama más, y no sabes tú a cuál ama Dios más.

§ 6.

En hacer esto hay seguridad, y de otra manera no te podrás librar de las imperfecciones y daños que saca el alma de las criaturas.

§ 7.

La segunda cautela contra el mundo es acerca de los bienes temporales; en lo cual es menester, para librarse de veras de los daños de este género y templar la demasía del apetito, aborrecer toda manera de poseer y ningún cuidado le dejes tener acerca de ello: no de comida, no de vestido ni de otra cosa criada, ni del día de mañana, empleando ese cuidado en otra cosa más alta, que es en buscar el reino de Dios, esto es, en no faltar a Dios; que lo demás, como Su Majestad dice, nos será añadido (Mt. 6, 33), pues no ha de olvidarse de ti el que tiene cuidado de las bestias.

§ 7.

La segunda cautela contra el mundo es acerca de los bienes temporales; en lo cual es menester, para librarse de veras de los daños de este género y templar la demasía del apetito, aborrecer toda manera de poseer y ningún cuidado le dejes tener acerca de ello: no de comida, no de vestido ni de otra cosa criada, ni del día de mañana, empleando ese cuidado en otra cosa más alta, que es en buscar el reino de Dios, esto es, en no faltar a Dios; que lo demás, como Su Majestad dice, nos será añadido (Mt. 6, 33), pues no ha de olvidarse de ti el que tiene cuidado de las bestias.

§ 17.

Porque de otra manera, ni perderás el amor propio ni ganarás amor de Dios.

    

Juan de la Cruz (1542-1591)    Dichos de luz y amor

§ 38.

No da lugar el apetito a que le mueva el ángel cuando está puesto en otra cosa.

§ 73.

73. ¿Qué aprovecha dar tú a Dios una cosa si él te pide otra? Considera lo que Dios querrá y hazlo, que por ahí satisfarás mejor tu corazón que con aquello a que tú te inclinas.

    

Juan de la Cruz (1542-1591)    Epistolario

§ 2

Mucha caridad recibí con su carta y quisiera yo harto cumplir lo que en ella me dice y darla mucho contento y a sus hermanas; mas como Dios manda de otra manera que pensamos, habrémonos de conformar con su voluntad.

§ 5

Por eso, mire que la digo que, sin decirles nada a ellos, ni a nadie, trate con el señor Gonzalo Muñoz de comprar la otra casa que está de esotra parte y hagan sus escrituras, que ellos, como ven que tienen cogida la cuerda, ensánchanse.

§ 5

Dé cuenta a pocos y hágalo, que no se puede vencer a veces una cautela sin otra.

§ 7

Estas aguas de deleites interiores no nacen en la tierra; hacia el cielo se ha de abrir la boca del deseo, vacía de cualquier otra llenura, y para que así la boca del apetito, no abreviada ni apretada con ningún bocado de otro gusto, la tenga bien vacía y abierta hacia aquel que dice: Abre y dilata tu boca, y yo te la henchiré (Sal. 80, 11).

§ 8

Porque, cuando lo está, luego con fuerza la tiran de dentro a callar y huir de cualquiera conversación; porque más quiere Dios que el alma se goce con él que con otra alguna criatura, por más aventajada que sea y por más al caso que le haga.

§ 10

El Padre fray Miguel parece no era ahí mucho menester ahora, y que podrá más servir a la Religión en otra parte.

§ 13

Y así, para acertar el alma a ir a Dios y juntarse con él, ha de tener la boca de la voluntad abierta solamente al mismo Dios, vacía y desapropiada de todo bocado de apetito para que Dios la hincha y llene de su amor y dulzura, y estarse con esa hambre y sed de solo Dios, sin quererse satisfacer de otra cosa, pues a Dios aquí no le puede gustar como es; y lo que se puede gustar (si hay apetito, digo), también lo impide.

§ 14

Lo segundo, que no dé en general licencia a todas ni a ninguna para que en recompensa de eso ni de otra cosa, se discipline tres días en la semana.

§ 15

Y será menester que Vuestra Reverencia advierta en poner ánimo en contestarse sólo con ella, para que en ella halle todo contento; porque, aunque el alma esté en el cielo, si no acomoda la voluntad a quererlo, no estará contenta; y así nos acaece con Dios, aunque siempre está Dios con nosotros, si tenemos el corazón aficionado a otra cosa, y no solo.

§ 19

Quien no quiere otra cosa sino a Dios, no anda en tinieblas, aunque más oscuro y pobre se vea; y quien no anda en presunciones ni gustos propios, ni de Dios ni de las criaturas, ni hace su voluntad propia en eso ni esotro, no tiene en qué tropezar ni qué tratar.

§ 20

Estos días traiga empleado el interior en deseo de la venida del Espíritu Santo, y en la Pascua y después de ella continua presencia suya; y tanto sea el cuidado y estima de esto, que no le haga el caso otra cosa ni mire en ella, ahora sea de pena, ahora de otras memorias de molestia; y todos estos días, aunque haya faltas en casa, pasar por ellas por amor del Espíritu Santo y por lo que se debe a la paz y quietud del alma en que él se agrada morar.

§ 26

No piense otra cosa sino que todo lo ordena Dios.

§ 28

Ya dije en la otra (aunque primero llegará esta), que por la vía de Baeza me puede escribir, porque hay correo, encaminando las cartas a los Padres Descalzos de allí; que ya tengo allí avisado me las envíen.

    

Juan de la Cruz (1542-1591)    Grados de Perfecciòn

§ 8.

En todas las cosas altas y bajas tenga por fin a Dios, porque de otra manera no crecerá en perfección y mérito.

    

Juan de la Cruz (1542-1591)    La Subida del Monte Carmelo

§ 0

En la noche dichosa, en secreto, que nadie me veía, ni yo miraba cosa, sin otra luz y guía sino la que en el corazón ardía.

§ 0

Para haber de declarar y dar a entender esta noche oscura por la cual pasa el alma para llegar a la divina luz de la unión perfecta del amor de Dios, cual se puede en esta vida, era menester otra mayor luz de ciencia y experiencia que la mía; porque son tantas y tan profundas las tinieblas y trabajos, así espirituales como temporales, por que ordinariamente suelen pasar las dichosas almas para poder llegar a este alto estado de perfección, que ni basta ciencia humana para lo saber entender, ni experiencia para lo saber decir; porque sólo el que por ello pasa sabrá sentir, mas no decir.

§ 0

De esto habemos de tratar adelante con el favor divino, y de cómo se ha de haber el alma entonces y el confesor con ella, y qué indicios habrá para conocer si aquella es la purgación del alma, y, si lo es, si es del sentido o del espíritu, lo cual es la noche oscura que decimos, y cómo se podrá conocer si es melancolía u otra imperfección acerca del sentido o del espíritu.

§ 1.1.1

Para cuya inteligencia es de saber que, para que una alma llegue al estado de perfección, ordinariamente ha de pasar primero por dos maneras principales de noches, que los espirituales llaman purgaciones o purificaciones del alma, y aquí las llamamos noches, porque el alma, así en la una como en la otra, camina como de noche, a oscuras.

§ 1.1.4

Y esto dice que le fue dichosa ventura, salir sin ser notada, esto es, sin que ningún apetito de su carne ni de otra cosa se lo pudiese estorbar.

§ 1.2.4

En la tercera noche le dijo el ángel que conseguiría la bendición, que es Dios, el cual, mediante la segunda noche, que es fe, se va comunicando al alma tan secreta e íntimamente, que es otra noche para el alma, en tanto que se va haciendo la dicha comunicación muy más oscura que estotras, como luego diremos.

§ 1.3.1

Llamamos aquí noche a la privación del gusto en el apetito de todas las cosas; porque, así como la noche no es otra cosa sino privación de la luz, y, por el consiguiente, de todos los objetos que se pueden ver mediante la luz, por lo cual se queda la potencia visiva a oscuras y sin nada, así también se puede decir la mortificación del apetito noche para el alma, porque, privándose el alma del gusto del apetito en todas las cosas, es quedarse como a oscuras y sin nada.

§ 1.3.2

De manera que el alma que hubiere negado y despedido de sí el gusto de todas las cosas, mortificando su apetito en ellas, podremos decir que está como de noche, a oscuras, lo cual no es otra cosa sino un vacío en ella de todos las cosas.

§ 1.3.3

La causa de esto es porque, como dicen los filósofos, el alma, luego que Dios la infunde en el cuerpo, está como una tabla rasa y lisa en que no está pintado nada; y si no es lo que por los sentidos va conociendo, de otra parte naturalmente no se le comunica nada.

§ 1.3.3

Y así, en tanto que está en el cuerpo, está como el que está en una cárcel oscura, el cual no sabe nada sino lo que alcanza a ver por las ventanas de la dicha cárcel, y si por allí no viese nada, no vería por otra parte.

§ 1.3.3

Y así, el alma, si no es lo que por los sentidos se le comunica, que son las ventanas de su cárcel, naturalmente por otra vía nada alcanzaría.

§ 1.5.4

De manera que no dejaban de hallar en el maná todo el gusto y fortaleza que ellos pudieran querer porque en el maná no le hubiese, sino porque ellos otra cosa querían.

§ 1.5.4

Así, el que quiere amar otra cosa juntamente con Dios, sin duda es tener en poco a Dios, porque pone en una balanza con Dios lo que sumamente, como habemos dicho, dista de Dios.

§ 1.5.5

Ya se sabe bien por experiencia que cuando una voluntad se aficiona a una cosa, la tiene en más que otra cualquiera, aunque sea muy mejor que ella, si no gusta tanto de la otra.

§ 1.5.5

Ya se sabe bien por experiencia que cuando una voluntad se aficiona a una cosa, la tiene en más que otra cualquiera, aunque sea muy mejor que ella, si no gusta tanto de la otra.

§ 1.5.5

Y si de una y de otra quiere gustar, a la más principal por fuerza ha de hacer agravio, pues hace entre ellas igualdad.

§ 1.5.5

Y por cuanto no hay cosa que iguale con Dios, mucho agravio hace a Dios el alma que con él ama otra cosa o se ase a ella.

§ 1.5.7

De manera que su obrar ya de humano se haya vuelto en divino, que es lo que se alcanza en estado de unión, en la cual el alma no sirve de otra cosa sino de altar, en que Dios es adorado en alabanza y amor, y sólo Dios en ella está.

§ 1.5.8

No consiente Dios a otra cosa morar consigo en uno.

§ 1.5.8

Y así, no se dice en la sagrada Escritura divina (Dt. 31, 26) que mandase Dios poner en el arca donde estaba el maná otra cosa, sino el libro de la Ley y la vara de Moisés, que significa la Cruz.

§ 1.5.8

Porque el alma que otra cosa no pretendiere que guardar perfectamente la ley del Señor y llevar la cruz de Cristo, será arca verdadera, que tendrá en sí el verdadero maná, que es Dios, cuando venga a tener en sí esta ley y esta vara perfectamente, sin otra cosa alguna (cf.

§ 1.5.8

Porque el alma que otra cosa no pretendiere que guardar perfectamente la ley del Señor y llevar la cruz de Cristo, será arca verdadera, que tendrá en sí el verdadero maná, que es Dios, cuando venga a tener en sí esta ley y esta vara perfectamente, sin otra cosa alguna (cf.

§ 1.6.2

Por tanto, así como en la generación natural no se puede introducir una forma sin que primero se expela del sujeto la forma contraria que precede, la cual estando, es impedimento de la otra, por la contrariedad que tienen las dos entre sí, así, en tanto que el alma se sujeta al espíritu sensual, no puede entrar en ella el espíritu puro espiritual.

§ 1.6.2

Y también en otra parte dice por el mismo evangelista (7, 6): Nolite sanctum dare canibus, que quiere decir: No queráis dar lo santo a los canes.

§ 1.8.3

Porque la causa del encandilamiento es que, como pone otra luz diferente delante de la vista, ciégase la potencia visiva en aquélla que está entrepuesta y no ve la otra; y como el apetito se le pone al alma tan cerca, que está en la misma alma, tropieza en esta luz primera y cébase en ella, y así no la deja ver su luz de claro entendimiento, ni la verá hasta que se quite de en medio el encandilamiento del apetito.

§ 1.8.3

Porque la causa del encandilamiento es que, como pone otra luz diferente delante de la vista, ciégase la potencia visiva en aquélla que está entrepuesta y no ve la otra; y como el apetito se le pone al alma tan cerca, que está en la misma alma, tropieza en esta luz primera y cébase en ella, y así no la deja ver su luz de claro entendimiento, ni la verá hasta que se quite de en medio el encandilamiento del apetito.

§ 1.8.5

Porque a los apetitos vivientes en el alma, antes que ellos puedan entender a Dios, los absorberá Dios en esta vida o en la otra con castigo y corrección, que será por la purgación.

§ 1.9.3

Tanto, que, si hubiésemos de hablar de propósito de la fea y sucia figura que al alma los apetitos pueden poner, no hallaríamos cosa, por llena de telarañas y sabandijas que esté, ni fealdad de cuerpo muerto, ni otra cosa cualquiera inmunda y sucia cuanto en esta vida la puede haber y se puede imaginar, a que la pudiésemos comparar.

§ 1.10.1

Y, por tanto, está claro que, si el apetito de la voluntad se derrama en otra cosa fuera de la virtud, ha de quedar mas flaco para la virtud.

§ 1.11.5

Y así, una imperfección basta para traer otra, y aquéllas otras; y así, casi nunca se verá un alma que sea negligente en vencer un apetito, que no tenga otros muchos, que salen de la misma flaqueza e imperfección que tiene en aquél; y así, siempre van cayendo.

§ 1.12

En que se trata cómo se responde a otra pregunta, declarando cuáles sean los apetitos que bastan (a) causar en el alma los daños dichos.

§ 1.12.3

A lo cual respondiendo, digo a lo primero que, cuanto al daño privativo, que es privar al alma de Dios, solamente los apetitos voluntarios que son de materia de pecado mortal pueden y hacen esto totalmente, porque ellos privan en esta vida al alma de la gracia y en la otra de la gloria, que es poseer a Dios.

§ 1.13.1

Para lo cual es de saber que el alma ordinariamente entra en esta noche sensitiva en dos maneras: la una es activa; la otra, pasiva.

§ 1.13.4

Y si en el hablar otra cualquier cosa se le ofreciere, haga lo mismo; y en todos los sentidos, ni más ni menos, en cuanto lo pudiere excusar buenamente; porque si no pudiere, basta que no quiera gustar de ello, aunque estas cosas pasen por él.

§ 1.13.8

Pero, para mayor abundancia, diremos otra manera de ejercicio que enseña a mortificar la concupiscencia de la carne, y la concupiscencia de los ojos, y la soberbia de la vida, que son las cosas que dice san Juan (1 Jn. 2, 16) reinan en el mundo, de las cuales proceden todos los demás apetitos.

§ 1.14.1

Ya que habemos declarado el primer verso de esta canción, que trata de la noche sensitiva, dando a entender qué noche sea esta del sentido y por qué se llama noche; y también habiendo dado el orden y modo que se ha de tener para entrar en ella activamente, síguese ahora por su orden tratar de las propiedades y efectos de ella, que son admirables, los cuales se contienen en los versos siguientes de la dicha canción, los cuales yo apuntaré brevemente en gracia de declarar los dichos versos, como en el prólogo lo prometí, y pasaré luego adelante al segundo libro, el cual trata de la otra parte de esta noche que es la espiritual.

§ 1.14.2

Porque para vencer todos los apetitos y negar los gustos de todas las cosas, con cuyo amor y afición se suele inflamar la voluntad para gozar de ellos, era menester otra inflamación mayor de otro amor mejor, que es el de su Esposo, para que, teniendo su gusto y fuerza en éste, tuviese valor y constancia para fácilmente negar todos los otros.

§ 2.1.3

Y, por eso, dice el alma en ésta que iba a oscuras y segura, lo cual no lo dijo en la otra; porque cuanto menos el alma obra con habilidad propia, va más segura, porque va más en fe.

§ 2.3.2

De donde ninguna cosa, de suyo, puede saber sino por vía natural; lo cual es sólo lo que alcanza por los sentidos, para lo cual ha de tener los fantasmas y las figuras de los objetos presentes en sí o en sus semejantes, y de otra manera, no; porque, como dicen los filósofos: ab obiecto et potentia paritur notitia, esto es: del objeto presente y de la potencia nace en el alma la noticia.

§ 2.3.5

Porque el hombre que está en tiniebla no podía convenientemente ser alumbrado sino por otra tiniebla, según nos lo enseña David (Sal. 18, 3), diciendo: Dies diei eructat verbum et nox nocti indicat scientiam; quiere decir: El día rebosa y respira palabra al día, y la noche muestra ciencia a la noche.

§ 2.4.4

Pues, como quiera que el alma pretenda unirse por gracia perfectamente en esta vida con aquello que por gloria ha de estar unida en la otra (lo cual, como aquí dice san Pablo, no vio ojo, ni oyó oído, ni cayó en corazón de hombre en carne) claro está que, para venir a unirse en esta vida con ello por gracia y por amor perfectamente, ha de ser a oscuras de todo cuanto puede entrar por el ojo, y de todo lo que se puede recibir con el oído, y se puede imaginar con la fantasía, y comprehender con el corazón, que aquí significa el alma.

§ 2.4.4

Y así, grandemente se estorba una alma para venir a este alto estado de unión con Dios cuando se ase a algún entender, o sentir, o imaginar, o parecer, o voluntad, o modo suyo, o cualquiera otra cosa u obra propia, no sabiéndose desasir y desnudar de todo ello.

§ 2.5.3

Y, por tanto, ésta se llamará unión de semejanza, así como aquélla, unión esencial o sustancial; aquélla, natural; ésta, sobrenatural; la cual es cuando las dos voluntades, conviene a saber, la del alma y la de Dios, están en uno conformes, no habiendo en la una cosa que repugne a la otra.

§ 2.5.5

Porque, como el mismo san Juan (3, 5) dice en otra parte: Nisi quis renatus fuerit ex aqua, et Spiritu Sancto, non potest videre regnum Dei; quiere decir: El que no renaciere en el Espíritu Santo, no podrá ver este reino de Dios, que es el estado de perfección.

§ 2.5.8

De aquí queda ahora más claro que la disposición para esta unión, como decíamos, no es el entender del alma, ni gustar, ni sentir, ni imaginar de Dios ni de otra cualquiera cosa, sino la pureza y amor, que es desnudez y resignación perfecta de lo uno y de lo otro sólo por Dios; y cómo no puede haber perfecta transformación si no hay perfecta pureza; y cómo según la proporción de la pureza será la ilustración, iluminación y unión del alma con Dios, en más o en menos; aunque no será perfecta, como digo, si del todo no está perfecta, y clara y limpia.

§ 2.5.11

De donde, aunque acá en esta vida hallemos algunas almas con igual paz y sosiego en estado de perfección, y cada una esté satisfecha, con todo eso, podrá la una de ellas estar muchos grados más levantada que la otra y estar igualmente satisfechas, por cuanto tienen satisfecha su capacidad.

§ 2.7.7

Empero, si pretende tener algo, ahora de Dios, ahora de otra cosa, con propiedad alguna, no va desnudo ni negado en todo; y así, ni cabrá ni podrá subir por esta senda angosta hacia arriba.

§ 2.7.8

Y en otra parte (10, 9) dice: Yo soy la puerta; por mí si alguno entrare, salvarse ha.

§ 2.8.3

Y en otra parte (Sal. 76, 14): Dios, tu camino está en lo santo; ¿qué dios grande hay como nuestro Dios? Como si dijera: el camino para venir a ti, Dios, es camino santo, esto es, pureza de fe.

§ 2.9.1

Porque es tanta la semejanza que hay entre ella y Dios, que no hay otra diferencia sino ser visto Dios o creído.

§ 2.10.2

Es, pues, de saber que por dos vías puede el entendimiento recibir noticias e inteligencias: la una es natural y la otra sobrenatural.

§ 2.10.4

Las espirituales son también en dos maneras: unas distintas y particulares, y otra es confusa, oscura y general.

§ 2.11.1

Porque acerca de la vista se les suele representar figuras y personajes de la otra vida, de algunos santos y figuras de ángeles, buenos y malos, y algunas luces y resplandores extraordinarios.

§ 2.11.6

La razón de esto es porque la visión corporal o sentimiento en alguno de los otros sentidos, así como también en otra cualquiera comunicación de las más interiores, si es de Dios, en ese mismo punto que parece o se siente hace su efecto en el espíritu, sin dar lugar que el alma tenga tiempo de deliberación en quererlo o no quererlo.

§ 2.13.7

Y es por dos causas: la una, porque a los principios suele ser esta noticia amorosa muy sutil y delicada y casi insensible; y la otra, porque, habiendo estado habituada el alma al otro ejercicio de la meditación, que es totalmente sensible, no echa de ver ni casi siente estotra novedad insensible, que es ya pura de espíritu, mayormente cuando, por no lo entender ella, no se deja sosegar en ello, procurándole otro más sensible, con lo cual, aunque más abundante sea la paz interior amorosa, no se da lugar a sentirla y gozarla.

§ 2.14.9

De donde si entrase el rayo por una ventana y saliese por otra, sin topar en cosa alguna que tuviese tomo de cuerpo, no se vería nada; y con todo eso, el rayo estaría en sí más puro y limpio que cuando, por estar lleno de cosas visibles, se veía y sentía más claro.

§ 2.16.5

Y no hay para qué yo aquí me detenga en dar doctrina de indicios para que se conozcan cuáles visiones serán de Dios y cuáles no, y cuáles en una manera y cuáles en otra; pues mi intento aquí no es ése, sino sólo instruir al entendimiento en ellas, para que no se embarace e impida para la unión con la divina Sabiduría con las buenas, ni se engañe en las falsas.

§ 2.16.15

Porque si nos queremos arrimar a esotras luces claras de inteligencias distintas, ya nos dejamos de arrimar a la oscura, que es la fe, y nos deja de dar la luz en el lugar oscuro que dice san Pedro; el cual lugar, que aquí significa el entendimiento que es el candelero donde se asienta esta candela de la fe, ha de estar oscuro "hasta que le amanezca" en la otra vida "el día" de la clara visión de Dios, y en ésta el de la transformación y unión.

§ 2.18.3

Y debe de ser la causa de esta facilidad de quedar el alma tan ocupada con ello, que, como son cosas de sentido a que él naturalmente es inclinado, y como también está ya saboreado y dispuesto con la aprehensión de aquellas cosas distintas y sensibles, basta ver en su confesor o en otra persona alguna estima y precio de ella para que (no) solamente el alma la haga, sino que también se le engolosine más el apetito en ellas sin sentir, y se cebe más de ellas, y quede más inclinado a ellas, y haga en ellas alguna presa.

§ 2.18.6

Y, aunque lo esté, le podrá hacer harto daño si con él persevera, porque, de aquella inclinación que el padre espiritual tiene y gusto en las tales visiones, le nace manera de estimativa, que, si no es con gran cuidado de él, no puede dejar de dar muestras o sentimiento de ello a la otra persona.

§ 2.18.6

Y, si la otra persona tiene el mismo espíritu de la tal inclinación, a lo que yo entiendo, no podrá dejar de comunicarse mucha aprehensión y estimación de estas cosas de una parte a otra.

§ 2.18.6

Y, si la otra persona tiene el mismo espíritu de la tal inclinación, a lo que yo entiendo, no podrá dejar de comunicarse mucha aprehensión y estimación de estas cosas de una parte a otra.

§ 2.19.1

La una es por nuestra defectuosa manera de entenderlas, y la otra, porque las causas de ellas a veces son variables.

§ 2.19.1

Lo cual (a) cada paso vemos en la Sagrada Escritura; donde a muchos de los antiguos no les salían muchas profecías y locuciones de Dios como ellos esperaban, por entenderlas ellos a su modo, de otra manera, muy a la letra.

§ 2.19.2

Y como se lo dijese muchas veces y Abraham fuese ya muy viejo y nunca se la daba, diciéndoselo Dios otra vez, respondió Abraham y dijo (Gn. 15, 8): Domine, unde scire possum quod possesurus sum eam?, esto es: Señor, ¿de dónde o por qué señal tengo de saber que la tengo de poseer? Entonces le reveló Dios que no él en persona, sino sus hijos, después de cuatrocientos años, la habían de poseer.

§ 2.19.6

Porque todos dicen -es a saber, sobre las profecías-: promete y vuelve y vuelve luego a prometer, espera y vuelve a esperar, espera y vuelve a esperar; un poco allí; porque en la palabra de su labio y en otra lengua hablará a este pueblo.

§ 2.19.6

Porque en la doctrina de la boca de Dios y no en la suya, y en otra lengua que en esta suya, los ha Dios de hablar.

§ 2.19.7

Y así, no se ha de mirar en ello nuestro sentido y lengua sabiendo que es otra la de Dios, según el espíritu de aquello muy diferente de nuestro entender y dificultoso.

§ 2.19.13

Porque tales deseos, cuando nacen de vivo amor, y otros semejantes, aunque no se les cumpla de aquella manera que ellos los pintan y los entienden, cúmpleseles de otra y muy mejor y más a honra de Dios que ellos sabían pedir.

§ 2.19.13

De donde, pues vemos que muchos santos desearon muchas cosas en particular por Dios y no se les cumplió en esta vida su deseo, es de fe que, siendo justo y verdadero su deseo, se les cumplió en la otra perfectamente.

§ 2.20.1

Porque, cuando una cosa depende de otra, faltando la una, falta también la otra.

§ 2.20.1

Porque, cuando una cosa depende de otra, faltando la una, falta también la otra.

§ 2.20.6

En lo cual, aunque el santo profeta decía con resignación y en figura del hombre flaco que no puede sufrir las vías y vueltas de Dios, da bien a entender en esto la diferencia del cumplimiento de los dichos divinos, del común sentido que suenan, pues a los divinos profetas tenían por burladores, y ellos sobre la profecía padecían tanto, que el mismo Jeremías en otra parte (Lm. 3, 47) dijo: Formido et laqueus facta est nobis vaticinatio et contritio; que quiere decir: Temor y lazo se nos ha hecho la profecía, y contradicción de espíritu.

§ 2.20.8

8. ¿Qué hay, pues, de qué maravillarnos de que algunas cosas que Dios hable y revele a las almas no salgan así como ellas las entienden? Porque, dado caso que Dios afirme al alma o la represente tal o tal cosa de bien o de mal para sí o para otra, si aquello va fundado en cierto afecto o servicio u ofensa que aquella alma o la otra entonces hacen a Dios, y de manera que, si perseveran en aquello, se cumplirá, no por eso es cierto; pues no es cierto el perseverar.

§ 2.20.8

8. ¿Qué hay, pues, de qué maravillarnos de que algunas cosas que Dios hable y revele a las almas no salgan así como ellas las entienden? Porque, dado caso que Dios afirme al alma o la represente tal o tal cosa de bien o de mal para sí o para otra, si aquello va fundado en cierto afecto o servicio u ofensa que aquella alma o la otra entonces hacen a Dios, y de manera que, si perseveran en aquello, se cumplirá, no por eso es cierto; pues no es cierto el perseverar.

§ 2.21.3

Y así, también algunas alcanzan ternuras y suavidad de espíritu o sentido, y dáselo Dios porque no son para comer el manjar más fuerte y sólido de los trabajos de la cruz de su Hijo, a que él querría echasen mano más que a otra alguna cosa.

§ 2.21.9

Porque se puede conocer naturalmente que tal o tal persona, o tal o tal ciudad, u otra cosa, llega a tal o tal necesidad, o tal o tal punto, que Dios, según su providencia y justicia, ha de acudir con lo que compete a la causa y conforme a ella, en castigo o en premio o como fuere la causa; y entonces decir: "En tal tiempo os dará Dios esto, o hará esto, acaecerá esotro ciertamente".

§ 2.22.2

Por otra parte habemos visto en el mismo capítulo y colegido de los testimonios que allí se han alegado de la sagrada Escritura que se usaba el dicho trato con Dios en la Ley Vieja y era lícito; y no sólo lícito, sino que Dios se lo mandaba.

§ 2.22.3

Porque en darnos, como nos dio a su Hijo, que es una Palabra suya, que no tiene otra, todo nos lo habló junto y de una vez en esta sola Palabra, y no tiene más que hablar.

§ 2.22.5

Por lo cual, el que ahora quisiese preguntar a Dios, o querer alguna visión o revelación, no sólo haría una necedad, sino haría agravio a Dios, no poniendo los ojos totalmente en Cristo, sin querer otra alguna cosa o novedad.

§ 2.22.5

Porque le podría responder Dios de esta manera, diciendo: "Si te tengo ya habladas todas las cosas en mi Palabra, que es mi Hijo, y no tengo otra, ¿qué te puedo yo ahora responder o revelar que sea más que eso? Pon los ojos sólo en él, porque en él te lo tengo todo dicho y revelado, y hallarás en él aún más de lo que pides y deseas.

§ 2.22.5

Mas ahora, el que me preguntase de aquella manera y quisiese que yo le hablase o algo le revelase, era en alguna manera pedirme otra vez a Cristo, y pedirme más fe, y ser falto en ella, que ya está dada en Cristo.

§ 2.22.5

Y así, haría mucho agravio a mi amado Hijo, porque no sólo en aquello le faltaría en la fe, mas le obligaba otra vez a encarnar y pasar por la vida y muerte primera.

§ 2.22.6

Que por eso se gloriaba el mismo Apóstol (1 Cor. 2, 2), diciendo: Que no había él dado a entender que sabía otra cosa, sino a Jesucristo, y a éste crucificado.

§ 2.22.7

De donde no hay que esperar doctrina ni otra cosa alguna por vía sobrenatural.

§ 2.22.14

De donde no piense alguno que, porque sea cierto que Dios y los Santos traten con él familiarmente muchas cosas, por el mismo caso le han de declarar las faltas que tiene acerca de cualquier cosa, pudiendo él saberlo por otra vía.

§ 2.24.2

Las otras visiones, que son de sustancias incorpóreas, no se pueden ver mediante esta lumbre derivada que aquí decimos, sino con otra lumbre más alta que se llama lumbre de gloria.

§ 2.24.4

Porque, en alguna manera, esta noticia oscura amorosa, que es la fe, sirve en esta vida para la divina unión, como la lumbre de gloria sirve en la otra de medio para la clara visión de Dios.

§ 2.25.1

Acerca de lo cual, es primero de saber que revelación no es otra cosa que descubrimiento de alguna verdad oculta o manifestación de algún secreto o misterio: así como (si Dios diese al alma a entender alguna cosa, como) es declarando al entendimiento la verdad de ella, o descubriese al alma algunas cosas que él hizo, hace o piensa hacer.

§ 2.26.9

Otras veces acaecen en alguna palabra que dicen u oyen decir, ahora de la sagrada Escritura, ahora de otra cosa.

§ 2.26.11

Y es de manera este conocimiento, que, cuando se le dan al alma a conocer estas verdades, de tal manera se le asientan en el interior sin que nadie la diga nada, que, aunque la digan otra cosa, no puede dar el consentimiento interior a ella, aunque se quiera hacer fuerza para asentir, porque está el espíritu conociendo otra cosa en la cosa con el espíritu que le tiene presente a aquella cosa; lo cual es como verlo claro.

§ 2.26.11

Y es de manera este conocimiento, que, cuando se le dan al alma a conocer estas verdades, de tal manera se le asientan en el interior sin que nadie la diga nada, que, aunque la digan otra cosa, no puede dar el consentimiento interior a ella, aunque se quiera hacer fuerza para asentir, porque está el espíritu conociendo otra cosa en la cosa con el espíritu que le tiene presente a aquella cosa; lo cual es como verlo claro.

§ 2.26.14

Y otra vez (1 Cor. 2, 10) dice: Spiritus enim omnia scrutatur, etiam profunda Dei: El espíritu todas las cosas penetra, hasta las cosas profundas de Dios.

§ 2.26.16

La una y la otra manera de estas noticias de cosas, también como de las otras, acaecen al alma pasivamente, sin hacer ella nada de su parte.

§ 2.26.17

Acerca de los engaños que el demonio puede hacer y hace en esta manera de noticias e inteligencias había mucho que decir, porque son grandes los engaños y muy encubiertos que en esta manera hace, por cuanto por sugestión puede representar al alma muchas noticias intelectuales y ponerlas con tanto asiento, que parezca que no hay otra cosa y, si el alma no es humilde y recelosa, sin duda la hará creer mil mentiras.

§ 2.27.3

Y, por tanto, si acerca de la primera manera y la segunda que aquí decimos, en cuanto (a) lo que toca a nuestra fe, se nos revelase algo de nuevo o cosa diferente, en ninguna manera habemos de dar el consentimiento, aunque tuviésemos evidencia que aquel que lo decía era un ángel del cielo; porque así lo dice san Pablo (Gl. 1, 8), diciendo: Licet nos, aut angelus de caelo evangelizet vobis praeterquam quod evangelizavimus vobis, anathema sit; que quiere decir: Aunque nosotros o un ángel del cielo os declare o predique otra cosa fuera de la que os habemos predicado, sea anatema.

§ 2.29.1

Y, en aquella misma materia que piensa, él mismo va discurriendo de uno en otro y formando palabras y razones muy a propósito con tanta facilidad y distinción, y tales cosas no sabidas de él va razonando y descubriendo acerca de aquello, que le parece que no es él el que hace aquello, sino que otra persona interiormente lo va razonando, o respondiendo, o enseñando.

§ 2.29.1

Y, a la verdad, hay gran causa para pensar esto, porque él mismo se razona y se responde consigo, como si fuese una persona con otra.

§ 2.29.2

Y de esta manera, alumbrado y enseñado de este Maestro el entendimiento, entendiendo aquellas verdades, juntamente va formando aquellos dichos él de suyo, sobre las verdades que de otra parte se le comunican.

§ 2.29.6

Y si me dijeres que ¿por qué se ha de privar el entendimiento de aquellas verdades, pues alumbra en ellas el Espíritu de Dios al entendimiento, y así no puede ser malo?, digo que el Espíritu Santo alumbra al entendimiento recogido, y que le alumbra al modo de su recogimiento y que el entendimiento no puede hallar otro mayor recogimiento que en fe; y así no le alumbrará el Espíritu Santo en otra cosa más que en fe; porque cuanto más pura y esmerada está el alma en fe, más tiene de caridad infusa de Dios; y cuanto más caridad tiene, tanto más la alumbra y comunica los dones del Espíritu Santo, porque la caridad es la causa y el medio por donde se les comunica.

§ 2.29.6

Porque en la una manera se le comunica sabiduría de una, o dos, o tres verdades, etc., y en la otra se le comunica toda la Sabiduría de Dios generalmente, que es el Hijo de Dios, que se comunica al alma en fe.

§ 2.29.8

Pero hay algunos entendimientos tan vivos y sutiles que, en estando recogidos en alguna consideración, naturalmente con gran facilidad, discurriendo en conceptos, los van formando en las dichas palabras y razones muy vivas, y piensan, ni más ni menos, que son de Dios, y no es sino el entendimiento, que con la lumbre natural, estando algo libre de la operación de los sentidos, sin otra alguna ayuda sobrenatural puede eso y más.

§ 2.29.11

Y decir ahora las señales e indicios para conocer cuándo proceden de una causa y cuándo de otra, sería algo dificultoso dar de ello enteras muestras e indicios; aunque bien se pueden dar algunos generales, y son éstos:

§ 2.30.2

Estas palabras, a veces, son muy formadas, a veces no tanto; porque muchas veces son como conceptos en que se le dice algo, ahora respondiendo, ahora en otra manera hablándole al espíritu.

§ 2.30.2

Estas, a veces, son una palabra, a veces dos o más; a veces son sucesivas, como las pasadas, porque suelen durar, enseñando o tratando algo con el alma, y todas sin que ponga nada de suyo el espíritu, porque son todas como cuando habla una persona con otra.

§ 2.30.4

En estas palabras formales no tiene el alma que dudar si las dice ella, porque bien se ve que no, mayormente cuando ella no estaba en lo que se le dijo; y si lo estaba, siente muy clara y distintamente que aquella viene de otra parte.

§ 2.32.2

Estas mercedes, porque no dependen de obras que el alma haga ni de consideraciones que tenga, aunque estas cosas son buena disposición para ellas, dalo Dios a quien quiere y por lo que él quiere; porque acaecerá que una persona se habrá ejercitado en muchas obras, y no la dará estos toques; y otra en muchas menos, y se los dará subidísimos y en mucha abundancia.

§ 2.32.3

Y estas noticias a veces son en una manera, a veces en otra; a veces más subidas y claras, a veces menos, y menos claras, según lo son también los toques que Dios hace, que causan los sentimientos de donde ellas proceden, y según la propiedad de ellos.

§ 3.2.10

Pide una persona a otra que está en este estado que la encomiende a Dios.

§ 3.3.1

A tres daños e inconvenientes está sujeto el espiritual que todavía quiere usar de las noticias y discursos naturales de la memoria para ir a Dios o para otra cosa: los dos son positivos, y el uno es privativo.

§ 3.10.1

Por todo lo que queda dicho arriba, se colige y entiende bien cuánto daño se le puede seguir al alma, por vía de estas aprehensiones sobrenaturales, de parte del demonio, pues no solamente puede representar en la memoria y fantasía muchas noticias y formas falsas que parezcan verdaderas y buenas, imprimiéndolas en el espíritu y sentido con mucha eficacia y certificación por sugestión, de manera que le parezca al alma que no hay otra cosa, sino que aquello es así como se le asienta (porque, como se transfigura en ángel de luz, parécele al alma luz); y también en las verdaderas que son de parte de Dios puede tentarla de muchas maneras, moviéndole los apetitos y afectos, ahora espirituales, ahora sensitivos, desordenadamente acerca de ellas.

§ 3.11.1

De este cuarto daño no hay mucho que decir, por cuanto está ya declarado a cada paso en este 3º libro, en que habemos probado cómo, para que el alma se venga a unir con Dios en esperanza, ha de renunciar toda posesión de la memoria, pues que, para que la esperanza sea entera de Dios, nada ha de haber en la memoria que no sea Dios; y como, también habemos dicho, ninguna forma, ni figura, ni imagen, ni otra noticia que pueda caer en la memoria, sea Dios ni semejante a él, ahora celestial, ahora terrena, natural o sobrenatural, según enseña David (Sal. 85, 8), diciendo: Señor, en los dioses ninguno hay semejante a ti, de aquí es que, si la memoria quiere hacer alguna presa de algo de esto, se impide para Dios: lo uno, porque se embaraza, y lo otro, porque, mientras más tiene de posesión, tanto menos tiene de esperanza.

§ 3.13.3

Y esto es también no apagar el espíritu, porque apagarle hía si el alma se quisiese haber de otra manera que Dios la lleva.

§ 3.15.2

Porque, así como es bueno y necesario el medio para el fin, como lo son las imágenes para acordarnos de Dios y de los Santos, así cuando se toma y se repara en el medio más que por solo medio, estorba e impide tanto en su tanto como otra cualquier cosa diferente; cuánto más que en lo que yo más pongo la mano es en las imágenes y visiones sobrenaturales, (acerca) de las cuales acaecen muchos engaños y peligros.

§ 3.15.2

Porque acerca de la memoria y adoración y estimación de las imágenes, que naturalmente la Iglesia Católica nos propone, ningún engaño ni peligro puede haber, pues en ellas no se estima otra cosa sino lo que representan.

§ 3.16.2

Las cuales pasiones, poniéndolas en obra de razón en orden a Dios, de manera que el alma no se goce sino de lo que es puramente honra y gloria de Dios, ni tenga esperanza de otra cosa, ni se duela sino de lo que a esto tocare, ni tema sino sólo a Dios, está claro que enderezan y guardan la fortaleza del alma y su habilidad para Dios.

§ 3.16.2

Porque cuanto más se gozare el alma en otra cosa que en Dios, tanto menos fuertemente se empleará su gozo en Dios; y cuanto más esperare otra cosa, tanto menos espera en Dios; y así de las demás.

§ 3.16.2

Porque cuanto más se gozare el alma en otra cosa que en Dios, tanto menos fuertemente se empleará su gozo en Dios; y cuanto más esperare otra cosa, tanto menos espera en Dios; y así de las demás.

§ 3.17.1

La primera de las pasiones del alma y afecciones de la voluntad es el gozo, el cual, en cuanto toca a lo que de él pensamos decir, no es otra cosa que un contentamiento de la voluntad con estimación de alguna cosa que tiene por conveniente; porque nunca la voluntad se goza sino cuando la cosa le hace aprecio y da contento.

§ 3.18.2

Y no quiero traer aquí más testimonios en cosa tan clara, porque tampoco acabaría de alegar Escritura, porque ¿cuándo acabaría de decir los males que de ellas dice Salomón en el Eclesiastés? El cual, como hombre que habiendo tenido muchas riquezas y sabiendo bien lo que eran, dijo que todo cuanto había debajo del sol era vanidad de vanidades, aflicción de espíritu y vana solicitud de ánimo (1, 14); y que el que ama las riquezas no sacará fruto de ellas (5, 9); y que las riquezas se guardan para mal de su señor (5, 12), según se ve en el Evangelio (Lc. 12, 20), donde a aquel que se gozaba porque tenía ganados muchos frutos para muchos años, se le dijo del cielo: Necio, esta noche te pedirán el alma para que venga a cuenta, y lo que allegaste, ¿cúyo será? Y, finalmente, cómo David (Sal. 48, 17­19) nos enseña lo mismo, diciendo que no tengamos envidia cuando nuestro vecino se enriqueciere, pues no le aprovechará nada para la otra vida; dando allí a entender que antes le podríamos tener lástima.

§ 3.18.3

Porque si por alguna vía se sufre gozarse en ellas, como se han de gozar en las riquezas, es cuando se expenden y emplean en servicio de Dios; pues de otra manera no sacará de ellas provecho.

§ 3.18.6

Y así, no se ha de poner el gozo en otra cosa que en lo que toca a servir a Dios, porque lo demás es vanidad y cosa sin provecho, pues el gozo que no es según Dios no le puede aprovechar (al alma).

§ 3.22.1

Aunque muchos de estos daños y provechos que voy contando en estos géneros de gozos son comunes a todos, con todo, porque derechamente siguen al gozo y desapropio de él, aunque el gozo sea de cualquier género de estas seis divisiones que voy tratando, por eso en cada una (digo) algunos daños y provechos que también se hallan en la otra, por ser, como digo, anejos al gozo que anda por todas.

§ 3.22.6

Concluyamos, pues, poniendo el documento necesario contra esta ponzoña, y sea: luego que el corazón se sienta mover de este vano gozo de bienes naturales, se acuerde cuán vana cosa es gozarse de otra que de servir a Dios y cuán peligrosa y perniciosa; considerando cuánto daño fue para los ángeles gozarse y complacerse de su hermosura y bienes naturales, pues por esto cayeron en los abismos feos, y cuántos males siguen a los hombres cada día por esa misma vanidad; y por eso se animen con tiempo a tomar el remedio que dice el poeta a los que comienzan a aficionarse a lo tal: Date priesa ahora al principio a poner remedio; porque cuando los males han tenido tiempo de crecer en el corazón, tarde viene el remedio y la medicina.

§ 3.26.8

Pues los bienes de gloria que en la otra vida se siguen por el negamiento de este gozo, no hay necesidad de decirlo; porque, demás que los dotes corporales de gloria, como son agilidad y claridad, serán mucho más excelentes que los de aquellos que no se negaron, así el aumento de la gloria esencial del alma, que responde al amor de Dios por quien negó las dichas cosas sensibles, por cada gozo que negó momentáneo y caduco, como dice San Pablo (2 Cor. 4, 17), inmenso peso de gloria obrará en él eternamente.

§ 3.28.5

El cuarto daño se sigue de éste, y es que no hallarán galardón en Dios, habiéndole ellos querido hallar en esta vida de gozo o consuelo, o de interés de honra o de otra manera, en sus obras; en lo cual dice el Salvador (Mt. 6, 2) que en aquello recibieron la paga.

§ 3.28.5

Porque ¿qué otra cosa se puede juzgar de algunas obras y memorias que algunos hacen e instituyen, cuando no las quieren (hacer) sin que vayan envueltas en honra y respetos humanos de la vanidad de la vida, o perpetuando en ellas su nombre, linaje o señorío, hasta poner de esto sus señales (nombres) y blasones en los templos, como si ellos se quisiesen poner allí en lugar de imagen, donde todos hincan la rodilla, en las cuales obras de algunos se puede decir que se adoran a sí más que a Dios? Lo cual es verdad si por aquello las hicieron, y sin ello no las hicieran.

§ 3.32.2

Y otra vez (Sal. 62, 3) dice: En tierra desierta, seca y sin camino, parecí delante de ti, para ver tu virtud y tu gloria.

§ 3.32.4

El segundo provecho en que se ensalza el alma es porque, apartando la voluntad de todos los testimonios y señales aparentes, se ensalza en fe muy pura, la cual le infunde y aumenta Dios con mucha más intención, y juntamente le aumenta las otras dos virtudes teologales, que son caridad y esperanza; en que goza de divinas y altísimas noticias por medio del oscuro y desnudo hábito de fe; y de grande deleite de amor por medio de la caridad, con que no se goza la voluntad en otra cosa que en Dios vivo; y de satisfacción en la memoria por medio de la esperanza.

§ 3.35.6

Tenga por cierto el alma que, cuanto más asida con propiedad estuviere a la imagen o motivo, tanto menos subirá a Dios su devoción y oración; aunque es verdad que, por estar unas más al propio que otras y excitar más la devoción unas que otras, conviene aficionarse más a unas que a otras por esta causa sólo y no con la propiedad y asimiento que tengo dicho, de manera que lo que ha de llevar el espíritu volando por allí a Dios, olvidando luego eso y esotro, se lo coma todo el sentido, estando todo engolfado en el gozo de los instrumentos, que, habiéndome de servir sólo para ayuda de esto, ya por mi imperfección me sirve para estorbo, y no menos que el asimiento y propiedad de otra cualquiera cosa.

§ 3.35.8

Porque ¿qué otra cosa es gustar tú de traer el rosario curioso y querer que sea antes de esta manera que de aquélla, sino tener puesto tu gozo en el instrumento, y querer escoger antes (esta) imagen que la otra, no mirando si te despertará más el amor, sino en si es más preciosa y curiosa? Si tú empleases el apetito y gozo sólo en amar a Dios, no se te daría nada por eso ni por esotro.

§ 3.35.8

Porque ¿qué otra cosa es gustar tú de traer el rosario curioso y querer que sea antes de esta manera que de aquélla, sino tener puesto tu gozo en el instrumento, y querer escoger antes (esta) imagen que la otra, no mirando si te despertará más el amor, sino en si es más preciosa y curiosa? Si tú empleases el apetito y gozo sólo en amar a Dios, no se te daría nada por eso ni por esotro.

§ 3.36.1

Y esto es porque tiene más afición a la una hechura que a la otra, en lo cual va envuelta gran rudeza acerca del trato con Dios y culto y honra que se le debe, el cual sólo mira la fe y pureza de corazón del que ora.

§ 3.36.1

Porque el hacer Dios a veces más mercedes por medio de una imagen que de otra de aquel mismo género, no es porque haya más en una que en otra para ese efecto, aunque en la hechura tenga mucha diferencia, sino porque las personas despiertan más su devoción por medio de una que de otra; que si la misma devoción tuviesen por la una que por la otra, y aun sin la una y sin la otra, las mismas mercedes recibirían de Dios.

§ 3.36.1

Porque el hacer Dios a veces más mercedes por medio de una imagen que de otra de aquel mismo género, no es porque haya más en una que en otra para ese efecto, aunque en la hechura tenga mucha diferencia, sino porque las personas despiertan más su devoción por medio de una que de otra; que si la misma devoción tuviesen por la una que por la otra, y aun sin la una y sin la otra, las mismas mercedes recibirían de Dios.

§ 3.36.1

Porque el hacer Dios a veces más mercedes por medio de una imagen que de otra de aquel mismo género, no es porque haya más en una que en otra para ese efecto, aunque en la hechura tenga mucha diferencia, sino porque las personas despiertan más su devoción por medio de una que de otra; que si la misma devoción tuviesen por la una que por la otra, y aun sin la una y sin la otra, las mismas mercedes recibirían de Dios.

§ 3.36.1

Porque el hacer Dios a veces más mercedes por medio de una imagen que de otra de aquel mismo género, no es porque haya más en una que en otra para ese efecto, aunque en la hechura tenga mucha diferencia, sino porque las personas despiertan más su devoción por medio de una que de otra; que si la misma devoción tuviesen por la una que por la otra, y aun sin la una y sin la otra, las mismas mercedes recibirían de Dios.

§ 3.36.1

Porque el hacer Dios a veces más mercedes por medio de una imagen que de otra de aquel mismo género, no es porque haya más en una que en otra para ese efecto, aunque en la hechura tenga mucha diferencia, sino porque las personas despiertan más su devoción por medio de una que de otra; que si la misma devoción tuviesen por la una que por la otra, y aun sin la una y sin la otra, las mismas mercedes recibirían de Dios.

§ 3.36.3

Por lo cual, el que hace la romería, hace bien de hacerla cuando no va otra gente, aunque sea tiempo extraordinario; y, cuando va mucha turba, nunca yo se lo aconsejaría, porque, ordinariamente, vuelven más distraídos que fueron.

§ 3.36.4

También quiero aquí decir algunos efectos sobrenaturales que causan a veces algunas imágenes en personas particulares, y es que a algunas imágenes da Dios espíritu particular en ellas, de manera que queda fijada en la mente la figura de la imagen y devoción que causó, trayéndola como presente; y cuando de repente de ella se acuerda, le hace el mismo espíritu que cuando la vio, a veces menos y aun a veces más; y en otra imagen, aunque sea de más perfecta hechura, no hallará aquel espíritu.

§ 3.36.5

También muchas personas tienen devoción más en una hechura que en otras, y en algunas no será más que afición y gusto natural, así como a uno contentará más un rostro de una persona que de otra, y se aficionará más a ella naturalmente, y la traerá más presente en su imaginación, aunque no sea tan hermosa como las otras, porque se inclina su natural a aquella manera de forma y figura.

§ 3.37.2

De esta manera no será engañado, porque no hará caso de lo que la imagen le dijere, ni ocupará el sentido ni el espíritu que no vaya libremente a Dios, ni pondrá más confianza en una imagen que en otra.

§ 3.39.1

Para encaminar a Dios el espíritu en este género, conviene advertir que a los principiantes bien se les permite y aun les conviene tener algún gusto y jugo sensible acerca de las imágenes, oratorios y otras cosas devotas visibles, por cuanto aún no tienen destetado y desarrimado el paladar de las cosas del siglo, porque con este gusto dejen el otro; como al niño que, por desembarazarle la mano de una cosa, se la ocupan con otra por que no llore dejándole las manos vacías.

§ 3.39.2

De donde, aunque los templos y lugares apacibles son dedicados y acomodados a oración, porque el templo no se ha de usar para otra cosa, todavía para negocio de trato tan interior como este que se hace con Dios, aquel lugar se debe escoger que menos ocupe y lleve tras sí el sentido.

§ 3.41.2

Demás de esto, este apetito les causa muchas variedades, porque de éstos son los que nunca perseveran en un lugar, ni a veces en un estado, sino que ahora los veréis en un lugar, ahora en otro; ahora tomar una ermita, ahora otra; (ahora componer un oratorio, ahora otro).

§ 3.41.2

Y como se movieron por aquel gusto sensible, de aquí es que presto buscan otra cosa, porque el gusto sensible no es constante, porque falta muy presto.

§ 3.43.2

Pero de aquellas sólo quiero decir de que, por no tener en sí esas maneras sospechosas entrepuestas, muchas personas el día de hoy con devoción indiscreta usan, poniendo tanta eficacia y fe en aquellos modos y maneras con que quieren cumplir sus devociones y oraciones, que entienden que si un punto faltan y salen de aquellos límites, no aprovecha ni la oirá Dios, poniendo más fiducia en aquellos modos y maneras que en lo vivo de la oración, no sin gran desacato y agravio de Dios; así como que sea la misa con tantas candelas y no más ni menos: y que la diga sacerdote de tal o tal suerte; y que sea a tal hora y no antes ni después; y que sea después de tal día, no antes (ni después); y que las oraciones y estaciones sean tantas y tales y a tales tiempos, y con tales y tales ceremonias, y no antes ni después, ni de otra manera; y que la persona que las hiciere tenga tales partes y tales propiedades.

§ 3.44.2

Y así, este estar tan cerca que aquí dice David, no es otra cosa que estar a satisfacerlos y concederlos aun lo que no les pasa por pensamiento pedir.

§ 3.44.2

Porque así leemos (2 Par. 1, 11­12) que, porque Salomón acertó a pedir a Dios una cosa que le dio gusto, que era sabiduría para acertar a regir justamente a su pueblo, le respondió Dios diciendo: Porque te agradó más que otra cosa alguna la sabiduría, y ni pediste la victoria con muerte de tus enemigos, ni riqueza, ni larga vida, yo te doy no sólo la sabiduría que pides para regir justamente mi pueblo, mas aun lo que no me has pedido te daré, que es riquezas, y sustancia, y gloria, de manera que antes ni después de ti haya rey a ti semejante.

§ 3.44.4

Y en las demás ceremonias acerca del rezar y otras devociones, no quieran arrimar la voluntad a otras ceremonias y modos de oraciones de las que nos enseñó Cristo (Mt. 6, 9­13; Lc. 11, 1­2); que claro está que, cuando sus discípulos le rogaron que los enseñase a orar, les diría todo lo que hace al caso para que nos oyese el Padre Eterno, como el que tan bien conocía su condición y sólo les enseñó aquellas siete peticiones del Pater noster, en que se incluyen todas nuestras necesidades espirituales y temporales, y no les dijo otras muchas maneras de palabras y ceremonias, antes, en otra parte, les dijo que cuando oraban no quisiesen hablar mucho, porque bien sabía nuestro Padre celestial lo que nos convenía (Mt. 6, 7­8).

§ 3.44.4

Sólo encargó, con muchos encarecimientos, que perseverásemos en oración, es a saber, en la del Pater noster, diciendo en otra parte que conviene siempre orar y nunca faltar (Lc. 18, 1).

§ 3.45.3

Y para que la doctrina pegue su fuerza, dos disposiciones ha de haber: una del que predica y otra del que oye; porque ordinariamente es el provecho como hay la disposición de parte del que enseña.

§ 3.45.5

Poco importa oír una música mejor que otra sonar si no me mueve (ésta) más que aquélla a hacer obras, porque, aunque hayan dicho maravillas, luego se olvidan, como no pegaron fuego en la voluntad.

    

Juan de la Cruz (1542-1591)    Llama de Amor Viva A

§ 1.1.10

Y, cuanto a lo primero, es de saber que el alma, en cuanto espíritu, no tiene alto y bajo y más profundo y menos profundo en su ser, como tienen los cuerpos cuantitativos; que, pues en ella no hay partes, no tiene más diferencia dentro que fuera, que toda es de una manera y no tiene centro de hondo, y menos hondo cuantitativo; porque no puede estar en una parte más ilustrada que en otra, como los cuerpos físicos, sino toda de una manera, en más o en menos como el aire, que todo esto de una manera ilustrado y no ilustrado, en más o en menos.

§ 1.1.25

Y, sintiéndose el alma, en esta sazón, en estos gloriosos encuentros, tan al canto de salir en abundancias a poseer el reino acabadamente (porque se ve pura y rica y dispuesta para ello, porque en este estado déjales Dios ver su hermosura, y fíales los dones y virtudes que les ha dado, porque todo se les vuelve en amor y alabanzas, no habiendo ya levadura que corrompa la masa), y como ve que no le falla más que romper la tela flaca de esta humana condición de vida natural en que se siente enredada y presa, impedida su libertad con deseo de ser desatada y verse con Cristo (Fil. 1, 23), deshaciéndose ya esta urdimbre de espíritu y carne, que son de muy diferente ser, y recibiendo cada una de por sí su suerte: que la carne se quede en su tierra y el espíritu vuelva a Dios que le dio (Ecle. 12, 7), pues la carne no aprovechaba nada, como dice san Juan (6, 64), antes estorbaba este bien de espíritu; haciéndole lástima que una vida tan baja la impida otra tan alta, pide que se rompa.

§ 1.1.26

Y como siente el alma la fortaleza de la otra vida, echa de ver tela de araña como la llama David (Sal. 89, 9), diciendo: Nuestros años como la araña meditarán.

§ 2.1.6

La cual llaga, el mismo cauterio que la cura la hace, y, haciéndola, la sana; que es en alguna manera semejante al cauterio del fuego natural, que, cuando le ponen sobre la llaga, hace mayor llaga y hace que la que antes era llaga causada por hierro o por otra alguna manera, ya venga a ser llaga de fuego; y si más veces asentase sobre ella el cauterio, mayor llaga de fuego haría hasta venir a resolver el sujeto.

§ 2.1.8

Mas otra manera de cauterizar el alma suele haber también muy subida, y es en esta manera: acaecerá que, estando el alma inflamada en este amor, aunque no esté tan calificada como aquí habemos dicho (aunque harto conviene que lo esté para lo que aquí quiero decir), y es que acaecerá que el alma sienta embestir en ella un serafín con un dardo herbolado de amor encendidísimo, traspasando esta ascua encendida del alma, o, por mejor decir, aquella llama, y cauterizarla subidamente; y entonces, en este cauterizar traspasándola, apresúrase la llama y sube de punto con vehemencia, al modo que un encendido horno o fragua cuando le hornaguean y trabucan el fuego se afervora la llama y se aviva el fuego.

§ 2.1.14

Porque otra cosa es cuando del espíritu se deriva efecto de sentimiento en el sentido, porque en esto puede haber mucho espíritu, como en san Pablo, que, del gran sentimiento que tenía a los dolores de Cristo, le redundaba en el cuerpo, como él da a entender a los de Galacia (6, 17), diciendo: Yo en mi cuerpo traigo las heridas del Señor Jesús.

§ 2.1.15

15. ¡Oh mano, que, siendo tú tan generosa cuanto poderosa y rica, rica y poderosamente me das las dádivas! ¡Oh mano blanda, tanto más blanda para esta alma, asentándola blandamente, cuanto si asentases algo pesadamente hundiría todo el mundo; pues de sólo tu mirar la tierra se estremece (Sal. 103, 32), y las gentes se desatan y los montes se desmenuzan! (Hab. 3, 6). ¡Oh, pues, otra vez blanda mano, pues así como fuiste dura y rigurosa para Job (19, 21), porque le tocaste tan mala vez ásperamente, asentando tú sobre mi alma muy asiento amigable y suave que fuiste para él dura, cuanto más de asiento me tocas con amor dulce que a él le tocaste con rigor! Porque tú matas y tú das vida, y no hay quien huya de tu mano (Dt. 32, 39).

§ 2.1.17

¡Oh, pues, otra vez y muchas veces delicado toque, pues que con la fuerza de tu delicadez deshaces al alma y apartas de todos los demás toques y la adjudicas sólo para en ti, y tan delicado efecto y dejo dejas en el alma, que todo otro toque de todas las demás cosas altas y bajas le parezca grosero y bastardo si al alma toca, y la ofenda aun el mirarle y le sea pena y grave tormento tratarle y tocarle!

§ 2.1.27

Como hizo también David en el suyo (Sal. 70, 20­21), diciendo: ¡Cuántas tribulaciones me mostraste muchas y malas, y de todas ellas me libraste, y de los abismos de la tierra otra vez me sacaste; multiplicaste tu magnificencia, y volviéndote a mí me consolaste!

§ 2.1.28

La muerte no es otra cosa sino privación de la vida, porque en viniendo la vida, no queda rastro de muerte.

§ 2.1.28

La otra es vida espiritual perfecta, que es posesión de Dios por unión de amor, y ésta se alcanza por la mortificación de todos los vicios y apetitos y, de su misma naturaleza, totalmente; y hasta tanto que esto se haga, no se puede llegar a la perfección de esta vida espiritual de unión con Dios, según también lo dice el Apóstol (Rom. 8, 13) por estas palabras, diciendo: Si viviéredes según la carne, moriréis; pero si con el espíritu mortificáredes los hechos de la carne, viviréis.

§ 2.1.30

De manera que ya el entendimiento del alma es el entendimiento de Dios; y la voluntad es voluntad de Dios; y la memoria, memoria de Dios; y el deleite es deleite de Dios; y la sustancia de su alma, aunque no es sustancia de Dios, porque no puede convertirse en él, pero, estando unida con él y absorta en él, es Dios por participación de Dios; lo cual acaece en este estado perfecto de vida espiritual, aunque no tan perfectamente como en la otra.

§ 2.1.32

Porque el alma siente a Dios aquí tan solícito en regalarla, y con tan preciosas y delicadas y encarecidas palabras engrandeciéndola, haciéndola unas y otras mercedes, que la parece que no tiene otra en el mundo a quien regalar, ni otra cosa en que se emplear, sino que él todo es para ella sola.

§ 2.1.32

Porque el alma siente a Dios aquí tan solícito en regalarla, y con tan preciosas y delicadas y encarecidas palabras engrandeciéndola, haciéndola unas y otras mercedes, que la parece que no tiene otra en el mundo a quien regalar, ni otra cosa en que se emplear, sino que él todo es para ella sola.

§ 3.1.5

De donde es de notar que el deleite y robamiento de amor que el alma recibe en el fuego de la luz de estas lámparas es admirable, es inmenso, es tan copioso como de muchas lámparas, que cada una quema de amor, ayudando el ardor de la una al ardor de la otra, y la llama de una a la llama de la otra; así como la luz de la una da luz de la otra, y todas hechas una luz y fuego, y cada una un fuego, y el alma inmensamente absorta en delicadas llamas, llagada sutilmente en cada una de ellas, y en todas ellas más llagada y más sutilmente llagada, en amor de vida, echando ella muy bien de ver que aquel amor es de vida eterna, la cual es juntura de todos los bienes, conociendo bien allí el alma la verdad del dicho del Esposo en los Cantares (8, 6) que dijo que las lámparas del amor eran lámparas de fuego y de llamas. ¡Hermosa eres en tus pisadas y calzado, oh hija del príncipe! (Ct. 7, 1). ¿Quién podrá contar la magnificencia y extrañez de tu deleite en el amor de tus lámparas y admirable resplandor? Porque si una sola lámpara de éstas que pasó delante de Abraham le causó grande horror tenebroso, pasando Dios por una noticia de justicia rigurosa que había de hacer de los cananeos (Gn. 15, 12­17), toda estas lámparas de noticias de Dios que amigable y amorosamente te lucen a ti, ¿cuánta más luz y deleite de amor te causarán que causó aquella sola de horror y tiniebla en Abraham? ¿Y cuánto y cuán aventajado, y de cuántas maneras será tu luz y deleite, pues en todas y de todas éstas sientes que te da su fruición y amor, amándote según sus virtudes y atributos y condiciones?

§ 3.1.5

De donde es de notar que el deleite y robamiento de amor que el alma recibe en el fuego de la luz de estas lámparas es admirable, es inmenso, es tan copioso como de muchas lámparas, que cada una quema de amor, ayudando el ardor de la una al ardor de la otra, y la llama de una a la llama de la otra; así como la luz de la una da luz de la otra, y todas hechas una luz y fuego, y cada una un fuego, y el alma inmensamente absorta en delicadas llamas, llagada sutilmente en cada una de ellas, y en todas ellas más llagada y más sutilmente llagada, en amor de vida, echando ella muy bien de ver que aquel amor es de vida eterna, la cual es juntura de todos los bienes, conociendo bien allí el alma la verdad del dicho del Esposo en los Cantares (8, 6) que dijo que las lámparas del amor eran lámparas de fuego y de llamas. ¡Hermosa eres en tus pisadas y calzado, oh hija del príncipe! (Ct. 7, 1). ¿Quién podrá contar la magnificencia y extrañez de tu deleite en el amor de tus lámparas y admirable resplandor? Porque si una sola lámpara de éstas que pasó delante de Abraham le causó grande horror tenebroso, pasando Dios por una noticia de justicia rigurosa que había de hacer de los cananeos (Gn. 15, 12­17), toda estas lámparas de noticias de Dios que amigable y amorosamente te lucen a ti, ¿cuánta más luz y deleite de amor te causarán que causó aquella sola de horror y tiniebla en Abraham? ¿Y cuánto y cuán aventajado, y de cuántas maneras será tu luz y deleite, pues en todas y de todas éstas sientes que te da su fruición y amor, amándote según sus virtudes y atributos y condiciones?

§ 3.1.5

De donde es de notar que el deleite y robamiento de amor que el alma recibe en el fuego de la luz de estas lámparas es admirable, es inmenso, es tan copioso como de muchas lámparas, que cada una quema de amor, ayudando el ardor de la una al ardor de la otra, y la llama de una a la llama de la otra; así como la luz de la una da luz de la otra, y todas hechas una luz y fuego, y cada una un fuego, y el alma inmensamente absorta en delicadas llamas, llagada sutilmente en cada una de ellas, y en todas ellas más llagada y más sutilmente llagada, en amor de vida, echando ella muy bien de ver que aquel amor es de vida eterna, la cual es juntura de todos los bienes, conociendo bien allí el alma la verdad del dicho del Esposo en los Cantares (8, 6) que dijo que las lámparas del amor eran lámparas de fuego y de llamas. ¡Hermosa eres en tus pisadas y calzado, oh hija del príncipe! (Ct. 7, 1). ¿Quién podrá contar la magnificencia y extrañez de tu deleite en el amor de tus lámparas y admirable resplandor? Porque si una sola lámpara de éstas que pasó delante de Abraham le causó grande horror tenebroso, pasando Dios por una noticia de justicia rigurosa que había de hacer de los cananeos (Gn. 15, 12­17), toda estas lámparas de noticias de Dios que amigable y amorosamente te lucen a ti, ¿cuánta más luz y deleite de amor te causarán que causó aquella sola de horror y tiniebla en Abraham? ¿Y cuánto y cuán aventajado, y de cuántas maneras será tu luz y deleite, pues en todas y de todas éstas sientes que te da su fruición y amor, amándote según sus virtudes y atributos y condiciones?

§ 3.1.9

Y así, diremos que es como el aire que está dentro de la llama encendido y transformado en fuego, porque la llama no es otra cosa sino aire inflamado, y los movimientos que hace aquella llama ni son sólo de aire, ni son sólo de fuego, sino junto de aire y fuego, y el fuego hace arder al aire que en sí tiene inflamado.

§ 3.1.13

Según esto, la sombra de la hermosura ¿cuál será? Será otra hermosura al talle y propiedad de aquella hermosura, y la sombra de la fortaleza será otra fortaleza al talle y condición de aquella fortaleza; y la sombra de la sabiduría será otra sabiduría; o, por mejor decir, será la misma hermosura y la misma fortaleza y la misma sabiduría en sombra, en la cual se conoce el talle y propiedad cuya es la sombra.

§ 3.1.13

Según esto, la sombra de la hermosura ¿cuál será? Será otra hermosura al talle y propiedad de aquella hermosura, y la sombra de la fortaleza será otra fortaleza al talle y condición de aquella fortaleza; y la sombra de la sabiduría será otra sabiduría; o, por mejor decir, será la misma hermosura y la misma fortaleza y la misma sabiduría en sombra, en la cual se conoce el talle y propiedad cuya es la sombra.

§ 3.1.13

Según esto, la sombra de la hermosura ¿cuál será? Será otra hermosura al talle y propiedad de aquella hermosura, y la sombra de la fortaleza será otra fortaleza al talle y condición de aquella fortaleza; y la sombra de la sabiduría será otra sabiduría; o, por mejor decir, será la misma hermosura y la misma fortaleza y la misma sabiduría en sombra, en la cual se conoce el talle y propiedad cuya es la sombra.

§ 3.1.16

16. ¡Oh admirable cosa, que, con ser todas estas lámparas de los atributos divinos un simple ser y en él solo se gusten, se vea y guste la distinción de ellas, tan encendida la una como la otra, siendo la una sustancialmente la otra! ¡Oh abismo de deleites, tanto más abundantes, cuanto están tus riquezas más recogidas en unidad y simplicidad infinita, donde de tal manera se conozca y guste lo uno, que no se impida el conocimiento y gusto perfecto de lo otro, antes cada cosa en ti es luz de la otra, que por tu limpieza, oh Sabiduría divina, muchas cosas se ven en ti viéndose una, porque tú eres el depósito de los tesoros del Eterno Padre!

§ 3.1.16

16. ¡Oh admirable cosa, que, con ser todas estas lámparas de los atributos divinos un simple ser y en él solo se gusten, se vea y guste la distinción de ellas, tan encendida la una como la otra, siendo la una sustancialmente la otra! ¡Oh abismo de deleites, tanto más abundantes, cuanto están tus riquezas más recogidas en unidad y simplicidad infinita, donde de tal manera se conozca y guste lo uno, que no se impida el conocimiento y gusto perfecto de lo otro, antes cada cosa en ti es luz de la otra, que por tu limpieza, oh Sabiduría divina, muchas cosas se ven en ti viéndose una, porque tú eres el depósito de los tesoros del Eterno Padre!

§ 3.1.16

16. ¡Oh admirable cosa, que, con ser todas estas lámparas de los atributos divinos un simple ser y en él solo se gusten, se vea y guste la distinción de ellas, tan encendida la una como la otra, siendo la una sustancialmente la otra! ¡Oh abismo de deleites, tanto más abundantes, cuanto están tus riquezas más recogidas en unidad y simplicidad infinita, donde de tal manera se conozca y guste lo uno, que no se impida el conocimiento y gusto perfecto de lo otro, antes cada cosa en ti es luz de la otra, que por tu limpieza, oh Sabiduría divina, muchas cosas se ven en ti viéndose una, porque tú eres el depósito de los tesoros del Eterno Padre!

§ 3.1.18

Cuanto a la primera caverna que aquí ponemos, que es el entendimiento, su vacío es sed de Dios, y ésta es tan grande que la compara David (Sal. 41, 1) a la del ciervo, no hallando otra mayor a qué compararla, que dicen es vehementísima, diciendo: Así como desea el ciervo las fuentes de las aguas, así mi alma desea a ti, Dios.

§ 3.1.21

Que, aunque no se padece tan intensamente como en la otra vida, pero padécese una viva imagen de aquella privación infinita, por estar el alma en cierta disposición para recibir su lleno.

§ 3.1.32

Y así totalmente, si el alma quiere entonces obrar de suyo, habiéndose de otra manera más que con la advertencia pasiva amorosa que habemos dicho, muy pasiva y tranquilamente, sin hacer acto natural sino es cuando Dios la uniese en algún acto, pondría impedimento a los bienes que la está Dios comunicando sobrenaturalmente en la noticia amorosa.

§ 3.1.34

Pon el alma en libertad de paz, y sácala del yugo y servidumbre de su operación, que es el cautiverio de Egipto, que todo es poco más que juntar pajas para cocer tierra, y llévala a la tierra de promisión que mana leche y miel (Ex.1,14). ¡Oh maestro espiritual!, mira que a esa libertad y ociosidad santa de hijos la llama Dios al desierto, en que ande vestida de fiesta y con joyas de oro y plata, habiendo ya despojado a Egipto y tomádoles sus riquezas (Ex. 12, 35­36), y no sólo eso, sino aun ahogádoles (Ex. 14, 27­28) en la mar de la contemplación, donde el gitano del sentido no halla pie ni arrimo y deja libre al hijo de Dios, que es el espíritu salido de los límites y quicios angostos de la operación natural, que es su bajo entender, su tosco sentir, su pobre gustar, para que Dios le dé el suave maná (Ex. 16, 14ss), cuyo sabor, aunque tiene todos esos sabores y gustos en que tú quieres traer trabajando el alma, con todo eso, por ser tan delicado que se deshace en la boca, no se sentirá si otro gusto u otra cosa quisiere sentir, porque no le recibirá.

§ 3.1.42

Que, como quiera que Dios sea luz y amor, en esta comunicación delicada, igualmente informa estas dos potencias, aunque algunas veces hiere más en la una que en la otra.

§ 3.1.42

Y así, en lo que es actos que el alma de suyo hace, no puede amar sin entender; mas en lo que Dios hace en ella es diferente, porque se puede comunicar en una potencia sin la otra; y así, puede inflamar la voluntad con el toque del calor de su amor, aunque no entienda el entendimiento, como puede uno recibir calor del fuego aunque no le vea, si está cerca el fuego.

§ 3.1.49

Pues que está cierto que, habiendo de ir aquella alma adelante, aprovechando en el camino espiritual, a que siempre Dios la ayuda, ha de mudar estilo y modo de oración y ha de tener necesidad de otra doctrina ya más alta que la suya y otro espíritu.

§ 3.1.53

Pero dejemos ahora esta manera, y digamos ahora otra pestífera que éstos, u otros peores que ellos, usan.

§ 3.1.61

Cuando está en pecado o emplea el apetito en otra cosa, entonces está ciega; y, aunque entonces la embiste la luz de Dios, como está ciega, no la ve.

§ 3.1.62

Hablando espiritualmente, una cosa es estar a oscuras, otra es estar en tinieblas.

§ 3.1.62

Por eso, ni lo podrá apetecer, antes apetecerá tinieblas, porque ni sabe cómo es, e irá de una tiniebla en otra, guiado por aquella tiniebla.

§ 3.1.62

Porque no puede guiar una tiniebla sino a otra tiniebla, pues, como dice David (Sal. 18, 2) el día rebosa en el día, y la noche enseña su noche a la noche.

§ 3.1.62

Y así, la luz de la gracia que Dios había dado a esta alma antes, con que la había abierto el ojo de su abismo a la divina luz y hechóla en esto agradable, llamó otro abismo de gracia, que es esta transformación divina del alma en Dios, con que el ojo del sentido queda tan esclarecido y agradable que la luz y la voluntad toda es una, unida la luz natural con la sobrenatural, y luciendo ya la sobrenatural solamente; así como la luz que Dios crió se unió con la del sol, y luce la del sol solamente sin faltar la otra (Gn. 1, 14­18).

§ 3.1.63

Y también estaba ciega en tanto que gustaba de otra cosa.

§ 3.1.68

Porque, estando ella aquí hecha una misma cosa con él, en cierta manera es ella Dios por participación; que, aunque no tan perfectamente como en la otra vida, es, como dijimos, como sombra de Dios.

§ 3.1.69

Lo cual en la otra vida es sin intermisión en la fruición; y en este estado de unión, cuando se pone en acto y en ejercicio de amor la comunicación del alma y Dios.

§ 3.1.70

En la otra vida es por medio de la lumbre de gloria, y en ésta, por medio de la fe ilustradísima.

§ 3.1.73

El primero, que el alma goza allí a Dios por el mismo Dios, porque, como el alma aquí une el entendimiento en la sabiduría y bondad, etc., aunque no claramente como será en la otra vida, grandemente se deleita en todas estas cosas entendidas distintamente, como arriba dijimos.

§ 3.1.73

El segundo primor principal de esta dilección es deleitarse ordenadamente sólo en Dios, sin otra ninguna mezcla de criatura.

§ 3.1.73

El tercer deleite es gozarle solo por quien él es, sin otra mezcla de gusto propio.

§ 4.1.11

Pues, ¿cuánto más había el alma de desfallecer aquí, pues no es ángel el que echa de ver, sino Dios con su rostro lleno de gracias de todas las criaturas y de terrible poder y gloria y voz de multitud de excelencias? De la cual dice Job (26, 14) que, cuando oyéremos tan mala vez una partecita, ¿quién podrá sufrir la grandeza de su trueno?; y en otra parte (23, 6) dice: No quiero que entienda y trate conmigo con mucha fortaleza, porque por ventura no me oprima con el peso de su grandeza.

§ 4.1.14

Y así, en esta alma, en que ya ningún apetito mora ni otras imágenes ni formas de alguna cosa criada, secretísimamente mora, con tanto más íntimo interior y estrecho abrazo, cuanto ella, como decimos, está más pura y sola de otra cosa que Dios.

    

Juan de la Cruz (1542-1591)    Llama de Amor Viva B

§ 0

Y, cuanto a lo primero, es de saber que el alma, en cuanto espíritu, no tiene alto ni bajo, ni más profundo, ni menos profundo en su ser, como tienen los cuerpos cuantitativos; que, pues en ella no hay partes, no tiene más diferencia dentro que fuera, que toda ella es de una manera y no tiene centro de hondo y menos hondo cuantitativo; porque no puede estar en una parte más ilustrada que en otra, como los cuerpos físicos, sino toda en una manera, en más o en menos, como el aire que todo está de una manera ilustrado y no ilustrado en más o en menos.

§ 0

Lo cual dice, no porque quiera dar a entender aquí que sea ésta tan sustancial y enteramente como la beatífica vista de Dios en la otra vida, porque, aunque el alma llegue en esta vida mortal a tan alto estado de perfección como aquí va hablando, no llega ni puede llegar a estado perfecto de gloria, aunque por ventura por vía de paso acaezca hacerle Dios alguna merced semejante; pero dícelo para dar a entender la copiosidad y abundancia de deleite y gloria que en esta manera de comunicación en el Espíritu Santo siente.

§ 0

El cual deleite es tanto mayor y más tierno, cuanto más fuerte y sustancialmente está transformada y reconcentrada en Dios; que, por ser tanto como lo más a que en esta vida se puede llegar (aunque, como decimos, no tan perfecto como en la otra), lo llama el más profundo centro.

§ 0

Aunque, por ventura, el hábito de la caridad puede el alma tener en esta vida tan perfecto como en la otra, mas no la operación ni el fruto; aunque el fruto y la operación de amor crecen tanto de punto en este estado, que es muy semejante al de la otra; tanto que, pareciéndole al alma ser así, osa decir lo que solamente se osa decir de la otra, es a saber: "en el más profundo centro de mi alma".

§ 0

Aunque, por ventura, el hábito de la caridad puede el alma tener en esta vida tan perfecto como en la otra, mas no la operación ni el fruto; aunque el fruto y la operación de amor crecen tanto de punto en este estado, que es muy semejante al de la otra; tanto que, pareciéndole al alma ser así, osa decir lo que solamente se osa decir de la otra, es a saber: "en el más profundo centro de mi alma".

§ 0

Aunque, por ventura, el hábito de la caridad puede el alma tener en esta vida tan perfecto como en la otra, mas no la operación ni el fruto; aunque el fruto y la operación de amor crecen tanto de punto en este estado, que es muy semejante al de la otra; tanto que, pareciéndole al alma ser así, osa decir lo que solamente se osa decir de la otra, es a saber: "en el más profundo centro de mi alma".

§ 0

Y así, estas dos maneras de unión ­solamente de amor, y unión con inflamación de amor­ son en cierta manera comparadas al fuego de Dios, que dice Isaías (31, 9) que está en Sión, y al horno de Dios que está en Jerusalén; que la una significa la Iglesia militante, en que está el fuego de la caridad no en extremo encendido, y la otra significa visión de paz, que es la triunfante, donde este fuego está como horno encendido en perfección de amor.

§ 0

Que, aunque, como habemos dicho, esta alma no ha llegado a tanta perfección como ésta, todavía en comparación de la otra unión común, es como horno encendido, con visión tanto más pacífica y gloriosa y tierna, cuanto la llama es más clara y resplandeciente que el fuego en el carbón.

§ 0

Esta purgación en pocas almas acaece tan fuerte; sólo en aquellas que el Señor quiere levantar a más alto grado de unión, porque a cada una dispone con purga más o menos fuerte, según el grado a que la quiere levantar, y según también la impureza e imperfección de ella, y así, esta pena se parece a la del purgatorio; porque así como se purgan allí los espíritus para poder ver a Dios por clara visión en la otra vida, así, en su manera, se purgan aquí las almas para poder transformarse en él por amor en ésta.

§ 0

La intensión de esta purgación y cómo es en más y cómo en menos, y cuándo según el entendimiento y cuándo según la voluntad, y cómo según la memoria, y cuándo y cómo también según la sustancia del alma, y también cuándo según todo, y la purgación de la parte sensitiva y cómo se conocerá cuándo lo es la una y la otra, y a qué tiempo y punto y sazón de camino espiritual comienza, porque lo tratamos en la noche oscura de la Subida del Monte Carmelo, y no hace ahora a nuestro propósito, no lo digo.

§ 0

Sintiéndose, pues, el alma a la sazón de estos gloriosos encuentros tan al canto de salir a poseer acabada y perfectamente su reino, en las abundancias que se ve está enriquecida (porque aquí se conoce pura y rica y llena de virtudes y dispuesta para ello, porque en este estado deja Dios al alma ver su hermosura y fíale los dones y virtudes que le ha dado, porque todo se le vuelve en amor y alabanzas, sin toque de presunción ni vanidad, no habiendo ya levadura de imperfección que corrompa la masa) y como ve que no le falta más que romper esta flaca tela de vida natural en que se siente enredada, presa e impedida su libertad, con deseo de verse desatada y verse con Cristo (Fil. 1, 23), haciéndole lástima que una vida tan baja y flaca la impida otra tan alta y fuerte, pide que se rompa, diciendo: Rompe la tela de este dulce encuentro.

§ 0

Y como siente el alma la fortaleza de la otra vida, echa de ver la flaqueza de estotra, y parécele mucho delgada tela, y aun tela de araña, como la llama David (Sal. 89, 9), diciendo: Nuestros años como la araña meditarán.

§ 0

Pero a cada una la abrasa y absorbe como la halla dispuesta: a una más, y a otra menos y esto cuanto él quiere y cómo y cuando quiere.

§ 0

Y eso tiene este cauterio de amor, que en el alma que toca, ahora esté llagada de otras llagas de miserias y pecados, ahora esté sana, luego la deja llagada de amor; y ya las que eran llagas de otra causa, quedan hechas llagas de amor.

§ 0

Pero en esto hay diferencia de este amoroso cauterio al del fuego material; que éste la llaga que hace no la puede volver a sanar, si no se aplican otros medicables, pero la llaga del cauterio de amor no se puede curar con otra medicina, sino que el mismo cauterio que la hace la cura, y el mismo que la cura, curándola la hace; porque, cada vez que toca el cauterio de amor en la llaga de amor, hace mayor llaga de amor, y así cura y sana más, por cuanto llaga más; porque el amante, cuanto más llagado está, más sano; y la cura que hace el amor es llagar y herir sobre lo llagado, hasta tanto que la llaga sea tan grande que toda el alma venga a resolverse en llaga de amor.

§ 0

Pero otra manera de cauterizar al alma con forma intelectual suele haber muy subida y es en esta manera: acaecerá que, estando el alma inflamada en amor de Dios, aunque no esté tan calificada como aquí habemos dicho, (pero harto conviene que lo esté para lo que aquí quiero decir), que sienta embestir en ella un serafín con una flecha o dardo encendidísimo en fuego de amor, traspasando a esta alma que ya está encendida como ascua, o por mejor decir, como llama, y cauterízala subidamente; y entonces, con este cauterizar, transpasándola con aquella saeta; apresúrase la llama del alma y sube de punto con vehemencia, al modo que un encendido horno o fragua cuando le hornaguean o trabucan el fuego.

§ 0

Pero otra cosa es cuando del espíritu se deriva efecto espiritual en el sentido, porque cuando así es, antes puede acaecer de mucho espíritu, como se ha dado a entender en lo que habemos dicho de las llagas, que de la fuerza interior salen afuera; y como en san Pablo, que, del gran sentimiento que tenía de los dolores de Cristo en el alma, le redundaba en el cuerpo, según él daba a entender a los de Galacia (6, 17), diciendo: Yo en mi cuerpo traigo las heridas de mi Señor Jesús.

§ 0

La cual habemos de entender que, pues es tan generosa y dadivosa cuanto poderosa y rica, ricas y poderosas dádivas da al alma, cuando se abre para hacerla mercedes; y así llámala mano blanda, que es como si dijera: ¡Oh mano tanto más blanda para esta mi alma, que tocas asentando blandamente, cuanto si asentases algo pesada hundirías todo el mundo, pues de tu solo mirar la tierra se estremece (Sal. 103, 32) las gentes se desatan y desfallecen y los montes se desmenuzan! (Hab. 3, 6). ¡Oh, pues, otra vez grande mano, pues así como fuiste dura y rigurosa para Job (19, 21), tocándole tan mala vez ásperamente, para mí eres tanto más amigable y suave que a él fuiste dura, cuanto más amigable y graciosa y blandamente de asiento tocas en mi alma! Porque tú haces morir y tú haces vivir, y no hay quien rehuya de tu mano (Dt. 32, 39).

§ 0

18. ¡Oh, pues, otra vez y muchas veces delicado toque, tanto más fuerte y poderoso, cuanto más delicado, pues que con la fuerza de tu delicadez deshaces y apartas el alma de todos los demás toques de las cosas criadas, y la adjudicas y unes sólo en ti, y tan delgado efecto y dejo dejas en ella, que todo otro toque de todas las cosas altas y bajas le parece grosero y bastardo, y le ofenda aun mirarle y le sea pena y grave tormento tratarle y tocarle!

§ 0

Porque, así como para unirse con Dios en gloria los espíritus impuros pasan por las penas del fuego en la otra vida; así para la unión de perfección en ésta han de pasar por el fuego de estas dichas penas.

§ 0

Y no hay para qué detenernos más aquí en decir qué siete purgaciones sean éstas y cuál cada una de ellas para venir a esta sabiduría, y cómo las responden siete grados de amor en esta sabiduría, la cual todavía le es al alma como esta plata que dice David, aunque más unión en ella tenga; mas en la otra le será como oro.

§ 0

Volviendo, pues, a nuestra declaración, conociendo aquí el alma que todo le ha salido bien y que ya sicut tenebrae eius ita lumen eius (Sal. 138, 12), y que, como fue participante de las tribulaciones, lo es ahora de las consolaciones y del reino (2 Cor. 1, 7), habiéndole muy bien respondido a los trabajos interiores y exteriores con bienes divinos del alma y del cuerpo, sin haber trabajo que no tenga su correspondencia de grande galardón, confiésalo como ya bien satisfecha, diciendo: Y toda deuda paga, dando a Dios gracias en este verso, como también hizo David en el suyo (Sal. 70, 20­21) por haberle sacado de los trabajos, diciendo: ¡Cuántas tribulaciones me mostraste muchas y malas, y de todas ellas me libraste, y de los abismos de la tierra otra vez me sacaste; multiplicaste tu magnificencia, y, volviéndote a mí, me consolaste!

§ 0

Porque la muerte no es otra cosa sino privación de la vida, porque, en viniendo la vida, no queda rastro de muerte.

§ 0

La otra es vida espiritual perfecta, que es posesión de Dios por unión de amor, y ésta se alcanza por la mortificación de todos los vicios y apetitos y de su misma naturaleza totalmente; y hasta tanto que esto se haga, no se puede llegar a la perfección de esta vida espiritual de unión con Dios, según también lo dice el Apóstol (Rm. 8, 13) por estas palabras, diciendo: Si viviéredes según la carne, moriréis; pero si con el espíritu mortificáredes los hechos de la carne, viviréis.

§ 0

De manera que, según lo que está dicho, el entendimiento de esta alma es entendimiento de Dios; y la voluntad suya, voluntad de Dios; y su memoria, memoria eterna de Dios; y su deleite, deleite de Dios; y la sustancia de esta alma aunque no es sustancia de Dios, porque no puede sustancialmente convertirse en él, pero, estando unida, como está aquí con él y absorta en él, es por participación Dios, lo cual acaece en este estado perfecto de vida espiritual, aunque no tan perfectamente como en la otra.

§ 0

Y no es de maravillar que el alma con tanta frecuencia ande en estos gozos, júbilos y fruición y alabanzas de Dios, porque, demás del conocimiento que tiene de las mercedes recibidas, siente a Dios aquí tan solicito en regalarla con tan preciosas y delicadas y encarecidas palabras, y de engrandecerla con unas y otras mercedes, que le parece al alma que no tiene él otra en el mundo a quien regalar, ni otra cosa en que se emplear, sino que todo él es para ella sola.

§ 0

Y no es de maravillar que el alma con tanta frecuencia ande en estos gozos, júbilos y fruición y alabanzas de Dios, porque, demás del conocimiento que tiene de las mercedes recibidas, siente a Dios aquí tan solicito en regalarla con tan preciosas y delicadas y encarecidas palabras, y de engrandecerla con unas y otras mercedes, que le parece al alma que no tiene él otra en el mundo a quien regalar, ni otra cosa en que se emplear, sino que todo él es para ella sola.

§ 0

De donde es de notar que el deleite que el alma recibe en el arrobamiento de amor, comunicado por el fuego de la luz de estas lámparas, es admirable e inmenso, porque es tan copioso como de muchas lámparas, que cada una abrasa en amor, ayudando también el calor de la una al calor de la otra, y llama de la una a la llama de la otra, así como también la luz de la una da luz a la otra, porque por cualquier atributo se conoce el otro; y así todas ellas están hechas una luz y un fuego, y cada una, una luz y un fuego.

§ 0

De donde es de notar que el deleite que el alma recibe en el arrobamiento de amor, comunicado por el fuego de la luz de estas lámparas, es admirable e inmenso, porque es tan copioso como de muchas lámparas, que cada una abrasa en amor, ayudando también el calor de la una al calor de la otra, y llama de la una a la llama de la otra, así como también la luz de la una da luz a la otra, porque por cualquier atributo se conoce el otro; y así todas ellas están hechas una luz y un fuego, y cada una, una luz y un fuego.

§ 0

De donde es de notar que el deleite que el alma recibe en el arrobamiento de amor, comunicado por el fuego de la luz de estas lámparas, es admirable e inmenso, porque es tan copioso como de muchas lámparas, que cada una abrasa en amor, ayudando también el calor de la una al calor de la otra, y llama de la una a la llama de la otra, así como también la luz de la una da luz a la otra, porque por cualquier atributo se conoce el otro; y así todas ellas están hechas una luz y un fuego, y cada una, una luz y un fuego.

§ 0

Y así, diremos que es como el aire que está dentro de la llama, encendido y transformado en la llama; porque la llama no es otra cosa que aire inflamado, y los movimientos y resplandores que hace aquella llama ni son sólo del aire, ni sólo del fuego de que está compuesta, sino junto de aire y del fuego, y el fuego los hace hacer al aire que en sí tiene inflamado.

§ 0

Si la cosa es opaca y oscura, hace sombra oscura; y si la cosa es clara y sutil, hace la sombra clara y sutil; y así la sombra de una tiniebla será otra tiniebla al talle de aquella tiniebla, y la sombra de una luz será otra luz al talle de aquella luz.

§ 0

Si la cosa es opaca y oscura, hace sombra oscura; y si la cosa es clara y sutil, hace la sombra clara y sutil; y así la sombra de una tiniebla será otra tiniebla al talle de aquella tiniebla, y la sombra de una luz será otra luz al talle de aquella luz.

§ 0

De manera que, según esto, la sombra que hace al alma la lámpara de la hermosura de Dios, será otra hermosura al talle y propiedad de aquella hermosura de Dios; y la sombra que hace la fortaleza, será otra fortaleza y talle de la de Dios; y la sombra que le hace la sabiduría de Dios, será otra sabiduría de Dios al talle de la de Dios; y así de las demás lámparas, o, por mejor decir, será la misma sabiduría y la misma hermosura y la misma fortaleza de Dios en sombra, porque el alma acá perfectamente no lo puede comprehender.

§ 0

De manera que, según esto, la sombra que hace al alma la lámpara de la hermosura de Dios, será otra hermosura al talle y propiedad de aquella hermosura de Dios; y la sombra que hace la fortaleza, será otra fortaleza y talle de la de Dios; y la sombra que le hace la sabiduría de Dios, será otra sabiduría de Dios al talle de la de Dios; y así de las demás lámparas, o, por mejor decir, será la misma sabiduría y la misma hermosura y la misma fortaleza de Dios en sombra, porque el alma acá perfectamente no lo puede comprehender.

§ 0

De manera que, según esto, la sombra que hace al alma la lámpara de la hermosura de Dios, será otra hermosura al talle y propiedad de aquella hermosura de Dios; y la sombra que hace la fortaleza, será otra fortaleza y talle de la de Dios; y la sombra que le hace la sabiduría de Dios, será otra sabiduría de Dios al talle de la de Dios; y así de las demás lámparas, o, por mejor decir, será la misma sabiduría y la misma hermosura y la misma fortaleza de Dios en sombra, porque el alma acá perfectamente no lo puede comprehender.

§ 0

17. ¡Oh admirable excelencia de Dios, que con ser estas lámparas de los atributos divinos un simple ser y en él solo se gusten, se vean distintamente tan encendida cada una como la otra, y siendo cada una sustancialmente la otra! ¡Oh abismo de deleites, tanto más abundante eres cuanto están tus riquezas más recogidas en unidad y simplicidad infinita de tu único ser, donde de tal manera se conoce y gusta lo uno, que no impide el conocimiento y gusto perfecto de lo otro, antes cada cual gracia y virtud que hay en ti, es luz que hay de cualquiera otra grandeza tuya; porque, por tu limpieza, ¡oh Sabiduría divina!, muchas cosas se ven en ti viéndose una, porque tú eres el depósito de los tesoros del Padre, el resplandor de la luz eterna, espejo sin mancilla e imagen de su bondad! (Sab. 7, 26), en cuyos resplandores,

§ 0

17. ¡Oh admirable excelencia de Dios, que con ser estas lámparas de los atributos divinos un simple ser y en él solo se gusten, se vean distintamente tan encendida cada una como la otra, y siendo cada una sustancialmente la otra! ¡Oh abismo de deleites, tanto más abundante eres cuanto están tus riquezas más recogidas en unidad y simplicidad infinita de tu único ser, donde de tal manera se conoce y gusta lo uno, que no impide el conocimiento y gusto perfecto de lo otro, antes cada cual gracia y virtud que hay en ti, es luz que hay de cualquiera otra grandeza tuya; porque, por tu limpieza, ¡oh Sabiduría divina!, muchas cosas se ven en ti viéndose una, porque tú eres el depósito de los tesoros del Padre, el resplandor de la luz eterna, espejo sin mancilla e imagen de su bondad! (Sab. 7, 26), en cuyos resplandores,

§ 0

17. ¡Oh admirable excelencia de Dios, que con ser estas lámparas de los atributos divinos un simple ser y en él solo se gusten, se vean distintamente tan encendida cada una como la otra, y siendo cada una sustancialmente la otra! ¡Oh abismo de deleites, tanto más abundante eres cuanto están tus riquezas más recogidas en unidad y simplicidad infinita de tu único ser, donde de tal manera se conoce y gusta lo uno, que no impide el conocimiento y gusto perfecto de lo otro, antes cada cual gracia y virtud que hay en ti, es luz que hay de cualquiera otra grandeza tuya; porque, por tu limpieza, ¡oh Sabiduría divina!, muchas cosas se ven en ti viéndose una, porque tú eres el depósito de los tesoros del Padre, el resplandor de la luz eterna, espejo sin mancilla e imagen de su bondad! (Sab. 7, 26), en cuyos resplandores,

§ 0

Cuanto a la primera caverna que aquí ponemos, que es el entendimiento, su vacío es sed de Dios, y ésta es tan grande, cuando él está dispuesto, que la compara David (Sal. 41, 1) a la del ciervo, no hallando otra mayor a qué compararla, que dicen es vehementísima, diciendo: Así como desea el ciervo las fuentes de las aguas, así mi alma desea a ti, Dios.

§ 0

Es, pues, profunda la capacidad de estas cavernas, porque lo que en ellas puede caber, que es Dios, es profundo e infinito; y así será en cierta manera su capacidad infinita, y así su sed es infinita, su hambre también es profunda e infinita, su deshacimiento y pena es muerte infinita, que, aunque no se padece tan intensamente como en la otra vida, pero padécese una viva imagen de aquella privación infinita, por estar el alma en cierta disposición para recibir su lleno.

§ 0

En esta cuestión viene bien notar la diferencia que hay en tener a Dios por gracia en sí solamente, y en tenerle también por unión; que lo uno es bien quererse, y la otra es también comunicarse; que es tanta la diferencia como la que hay entre el desposorio y el matrimonio.

§ 0

Porque conviene que el que recibe se haya al modo de lo que recibe, y no de otra manera, para poderlo recibir y tener como se lo dan, porque, como dicen los filósofos, cualquiera cosa que se recibe está en el recipiente al modo que se ha el recipiente.

§ 0

Y así totalmente, si el alma quiere entonces obrar de suyo, habiéndose de otra manera más que con la advertencia amorosa pasiva que habemos dicho, muy pasiva y tranquilamente, sin hacer acto natural, si no es como cuando Dios la uniese en algún acto, pondría impedimento a los bienes que sobrenaturalmente le está Dios comunicando en la noticia amorosa.

§ 0

Y no sólo eso, sino ahogados los gitanos en la mar (Ex. 14, 27­28) de la contemplación, donde el gitano del sentido, no hallando pie ni arrimo, se ahoga y deja libre al hijo de Dios, que es el espíritu salido de los límites angostos y servidumbre de la operación de los sentidos, que es su poco entender, su bajo sentir, su pobre amar y gustar, para que Dios le dé el suave maná, cuyo sabor, aunque tiene todos los sabores y gustos (Ex. 16, 13­25; Sab 16, 20), en que tú quieres traes trabajando el alma, con todo eso, por ser tan delicado que se deshace en la boca, no se sentirá si con otro gusto o con otra cosa le juntare.

§ 0

De lo cual hay tanta diferencia a lo que el alma tenía, como de obra humana a obra divina y de natural a sobrenatural; porque en la una manera obra Dios sobrenaturalmente en el alma, y en la otra solamente ella hace obra no más que natural.

§ 0

Procuren ellos desembarazar el alma y ponerla en soledad y ociosidad, de manera que no esté atada a alguna noticia particular de arriba o de abajo, o con codicia de algún jugo o gusto, o de alguna otra aprehensión, de manera que esté vacía en negación pura de toda criatura, puesta en pobreza espiritual, que esto es lo que el alma ha de hacer de su parte, como lo aconseja el Hijo de Dios (Lc. 14, 33), diciendo: El que no renuncia a todas las cosas que posee, no puede ser mi discípulo.

§ 0

Aunque algunas veces, en esta delicada comunicación, se comunica Dios más y hiere más en la una potencia que en la otra, porque algunas veces se siente más la inteligencia que amor, y otras veces más amor que inteligencia, y a veces también todo inteligencia, sin ningún amor, y a veces todo amor sin inteligencia ninguna.

§ 0

Por tanto, digo que, en lo que es hacer el alma actos naturales con el entendimiento, no puede amar sin entender; mas en los que Dios hace e infunde en ella, como hace en la que vamos tratando, es diferente, porque se puede comunicar Dios en la una potencia sin la otra; y así puede inflamar la voluntad con el toque del calor de su amor, aunque no entienda el entendimiento, bien así como una persona podrá ser calentada del fuego aunque no vea el fuego.

§ 0

Pues que está cierto que, habiendo aquel alma de ir adelante, aprovechando en el camino espiritual, a que Dios la ayuda siempre, ha de mudar estilo y modo de oración y ha de tener necesidad de otra doctrina ya más alta que la suya y otro espíritu.

§ 0

Y los dichos maestros se lo han de aconsejar, y lo demás nace de necia soberbia y presunción o de alguna otra pretensión.

§ 0

Pero dejemos ahora esta manera y digamos otra pestífera que éstos tienen u otras peores que ellos usan.

§ 0

Cuando está en pecado o emplea el apetito en otra cosa, entonces está ciega; y, aunque entonces la embista la luz de Dios, como está ciega, no la ve.

§ 0

Hablando espiritualmente, una cosa es estar a oscuras y otra estar en tinieblas.

§ 0

Y por eso, ni la podrá apetecer, antes apetecerá tiniebla, porque sabe cómo son, e irá de una tiniebla en otra, guiado por aquella tiniebla.

§ 0

Porque no puede guiar una tiniebla sino a otra tiniebla, pues, como dice David (Sal. 18, 3): El día rebosa en el día, y la noche enseña ciencia a la noche.

§ 0

Y así, la luz de la gracia que Dios había dado antes a esta alma, con que le había alumbrado el ojo del abismo de su espíritu, abriéndosele a la divina luz y haciéndola en esto agradable a sí, llamó a otro abismo de gracia, que es esta transformación divina del alma en Dios, con que el ojo del sentido queda tan esclarecido y agradable a Dios, que podemos decir que la luz de Dios y del alma toda es una, unida la luz natural del alma con la sobrenatural de Dios, y luciendo ya la sobrenatural solamente; así como la luz que Dios crió se unió con la del sol, y luce ya la del sol solamente sin faltar la otra (Gn. 1, 14­18).

§ 0

Y también estaba ciego en tanto que gustaba de otra cosa.

§ 0

Porque, estando ella aquí hecha una misma cosa en él, en cierta manera es ella Dios por participación; que, aunque no tan perfectamente como en la otra vida, es, como dijimos, como sombra de Dios.

§ 0

Lo cual en la otra vida es sin intermisión en la fruición perfecta; pero en este estado de unión acaece cuando Dios ejercita en el alma este acto de la transformación, aunque no con la perfección que en la otra.

§ 0

Lo cual en la otra vida es sin intermisión en la fruición perfecta; pero en este estado de unión acaece cuando Dios ejercita en el alma este acto de la transformación, aunque no con la perfección que en la otra.

§ 0

Esta es la gran satisfacción y contento del alma: ver que da a Dios más que ella en sí es y vale, con aquella misma luz divina y calor divino que se lo da; lo cual en la otra vida es por medio de la lumbre de gloria, y en ésta por medio de la fe ilustradísima.

§ 0

El primero, que el alma goza allí a Dios por el mismo Dios; porque, como el alma aquí une el entendimiento en la omnipotencia, sapiencia, bondad, etc., aunque no claramente como será en la otra vida, grandemente se deleita en todas estas cosas entendidas distintamente, como arriba dijimos.

§ 0

El segundo primor principal de esta delectación es deleitarse ordenadamente sólo en Dios, sin otra alguna mezcla de criatura.

§ 0

Pues, ¿cuánto más había el alma de desfallecer aquí, pues no es ángel al que echa de ver, sino Dios, con su rostro lleno de gracias de todas las criaturas, y de terrible poder y gloria y voz de multitud de excelencias? De la cual dice Job (26, 14), que cuando oyésemos tan mala vez una estila, ¿quién podrá sufrir la grandeza de su trueno?; y en otra parte (23, 6) dice: No quiero que entienda y trate conmigo con mucha fortaleza, porque por ventura no me oprima con el peso de su grandeza.

§ 0

Y así, en esta alma, en que ya ningún apetito, ni otras imágenes y formas, ni afecciones de alguna cosa criada moran, secretísimamente mora el Amado con tanto más íntimo e interior y estrecho abrazo, cuanto ella, como decimos, está más pura y sola de otra cosa que Dios.

    

Juan de la Cruz (1542-1591)    Noche Oscura

§ 0

En la noche dichosa, en secreto, que nadie me veía, ni yo miraba cosa, sin otra luz y guía sino la que en el corazón ardía.

§ 1.2.5

También algunos de éstos tienen en poco sus faltas, y otras veces se entristecen demasiado de verse caer en ellas, pensando que ya habían de ser santos, y se enojan contra sí mismos con impaciencia, lo cual es otra imperfección.

§ 1.2.6

Pero los que en este tiempo van en perfección, muy de otra manera proceden y con muy diferente temple de espíritu; porque se aprovechan y edifican mucho con la humildad, no sólo teniendo sus propias cosas en nada, mas con muy poca satisfacción de sí; a todos los demás tienen por muy mejores, y les suelen tener una santa envidia, con gana de servir a Dios como ellos; porque, cuanto más fervor llevan y cuantas más obras hacen y gusto tienen en ellas, como van en humildad, tanto más conocen lo mucho que Dios merece y lo poco que es todo cuanto hacen por él; y así, cuanto más hacen, tanto menos se satisfacen.

§ 1.3.2

Y vi otra que rezaba por cuentas que eran de huesos de las espinas del pescado, cuya devoción es cierto que por eso no era de menos quilates delante de Dios; pues se ve claro que éstos no la tenían en la hechura y valor.

§ 1.4.2

Y así, acaece que el alma está en mucha oración con Dios según el espíritu, y, por otra parte, según el sentido siente rebeliones y movimientos y actos sensuales pasivamente, no sin harta desgana suya; lo cual muchas veces acaece en la Comunión, que, como en este acto de amor recibe el alma alegría y regalo, porque se le hace este Señor, pues para eso se da, la sensualidad toma también el suyo, como habemos dicho, a su modo.

§ 1.4.3

Porque no sólo por el temor de esto aflojan en la oración, que es lo que él pretende, por ponerse a luchar con ellos, mas algunos dejan la oración del todo, pareciéndoles que en aquel ejercicio les acaecen más aquellas cosas que fuera de él, como es la verdad, porque se las pone el demonio más en aquella que en otra cosa, por que dejen el ejercicio espiritual.

§ 1.5.2

También hay otros de estos espirituales que caen en otra manera de ira espiritual, y es que se aíran contra los vicios ajenos con cierto celo desasosegado, notando a otros; y a veces les dan ímpetus de reprenderles enojosamente, y aun hacen algunas veces, haciéndose ellos dueños de la virtud.

§ 1.6.6

Todo se les va a éstos en buscar gusto y consuelo de espíritu, y por esto nunca se hartan de leer libros, y ahora toman una meditación, ahora otra, andando a caza de este gusto con las cosas de Dios; a los cuales les niega Dios muy justa, discreta y amorosamente, porque, si esto no fuese, crecerían por esta gula y golosina espiritual en males sin cuento.

§ 1.6.7

Estos que así están inclinados a estos gustos, también tienen otra imperfección muy grande, y es que son muy flojos y remisos en ir por el camino áspero de la cruz; porque el alma que se da al sabor, naturalmente le da en rostro todo sinsabor de negación propia.

§ 1.8.1

Y así, la una noche o purgación será sensitiva, con que se purga el alma según el sentido, acomodándolo al espíritu; y la otra es noche o purgación espiritual, con que se purga y desnuda el alma según el espíritu, acomodándole y disponiéndole para la unión de amor con Dios.

§ 1.9.2

Y en esto se conoce muy probablemente que esta sequedad y sinsabor no proviene ni de pecados ni de imperfecciones nuevamente cometidas; porque, si esto fuese, sentirse hía en el natural alguna inclinación o gana de gustar de otra alguna cosa que de las de Dios; porque, cuando quiera que se relaja el apetito en alguna imperfección, luego se siente quedar inclinado a ella, poco o mucho, según el gusto y afición que allí aplicó.

§ 1.10.5

Y aunque más escrúpulos se vengan de que pierde tiempo y que sería bueno hacer otra cosa, pues en la oración no puede hacer ni pensar nada, súfrase y estése sosegado, como que no va allí más que a estarse a su placer y anchura de espíritu; porque, si de suyo quiere algo obrar con las potencias interiores, será estorbar y perder los bienes que Dios por medio de aquella paz y ocio del alma está asentando e imprimiendo en ella; bien así como si algún pintor estuviera pintando o alcoholando un rostro, que si el rostro se menease en querer hacer algo, no dejaría hacer nada al pintor, y deturbaría lo que estaba haciendo.

§ 1.10.6

Porque contemplación no es otra cosa que infusión secreta, pacífica y amorosa de Dios, que, si la dan lugar, inflama al alma en espíritu de amor, según ella da a entender en el verso siguiente, es a saber.

§ 1.11.4

Porque la angosta puerta es esta noche del sentido, del cual se despoja y desnuda el alma para entrar en ella, juntándose en fe, que es ajena de todo sentido, para caminar después por el camino estrecho, que es la otra noche de espíritu, en que después entra el alma para caminar a Dios en pura fe, que es el medio por donde el alma se une con Dios.

§ 1.11.4

De los cuales comenzaremos ahora a decir algo, con la brevedad que se pudiere, por pasar a la otra noche.

§ 1.12.6

De manera que, para conocer a Dios y a sí mismo, esta noche oscura es el medio con sus sequedades y vacíos, aunque no con la plenitud y abundancia que en la otra del espíritu, porque este conocimiento es como principio de la otra.

§ 1.12.6

De manera que, para conocer a Dios y a sí mismo, esta noche oscura es el medio con sus sequedades y vacíos, aunque no con la plenitud y abundancia que en la otra del espíritu, porque este conocimiento es como principio de la otra.

§ 1.13.3

Pero de las imperfecciones que se libra el alma en esta noche oscura acerca del cuarto vicio, que es la gula espiritual, puédense ver allí, aunque no están allí dichas todas, porque son innumerables; y así yo aquí no las referiré, porque querría ya concluir con esta noche para pasar a la otra, de la cual tenemos grave palabra y doctrina.

§ 1.14.1

Tal es, como habemos dicho, la noche y purgación del sentido en el alma; la cual, en los que después han de entrar en la otra más grave del espíritu, para pasar a la divina unión de amor (porque no todos, sino los menos, pasan ordinariamente), suele ir acompañada con graves trabajos y tentaciones sensitivas, que duran mucho tiempo, aunque en unos más que en otros.

§ 1.14.4

Estas tempestades y trabajos ordinariamente envía Dios en esta noche y purgación sensitiva a los que, como digo, ha de poner después en la otra, aunque no todos pasan a ella, para que castigados y abofeteados de esta manera se vayan ejercitando y disponiendo y curtiendo los sentidos y potencias para la unión de la Sabiduría que allí les han de dar.

§ 2.1.1

Aunque, como no está bien hecha la purgación del alma, porque falta la principal parte, que es la del espíritu (sin la cual, por la comunicación que hay de la una parte a la otra, por razón de ser un solo supuesto, tampoco la purgación sensitiva, aunque más fuerte haya sido, queda acabada y perfecta), nunca le faltan a veces algunas necesidades, sequedades, tinieblas y aprietos, a veces mucho más intensos que los pasados, que son como presagios y mensajeros de la noche venidera del espíritu; aunque no son éstos durables, como será la noche que espera.

§ 2.3.1

Porque en ella se han de purgar cumplidamente estas dos partes del alma, espiritual y sensitiva, porque la una nunca se purga bien sin la otra, porque la purgación válida para el sentido es cuando de propósito comienza la del espíritu.

§ 2.3.3

Y así, a este propósito la pondremos y declararemos aquí otra vez.

§ 2.5.5

Esto le causa la profunda inmersión que tiene de la mente en el conocimiento y sentimiento de sus males y miserias; porque aquí se las muestra todas al ojo esta divina y oscura luz, y que vea claro cómo de suyo no podrá tener ya otra cosa.

§ 2.6.3

Todo lo cual, como quien tan bien lo experimentó en el vientre de la bestia corporal y espiritualmente, testifica bien Jonás (2, 4­7), diciendo así: Arrojásteme al profundo en el corazón de la mar, y la corriente me cercó; todos sus golfos y olas pasaron sobre mí y dije: arrojado estoy de la presencia de tus ojos; pero otra vez veré tu santo templo (lo cual dice, porque aquí purifica Dios al alma para verlo); cercáronme las aguas hasta el alma, el abismo me ciñó, el piélago me cubrió mi cabeza, a los extremos de los montes descendí; los cerrojos de la tierra me encerraron para siempre.

§ 2.6.4

4.­ La cuarta manera de pena causa en el alma otra excelencia de esta oscura contemplación, que es la majestad y grandeza de ella, la cual hace sentir en el alma otro extremo que hay en ella de íntima pobreza y miseria; la cual es de las principales penas que padece en esta purgación.

§ 2.7.6

Y así es que, cuando más segura está y menos se cata, vuelve a tragar y absorber el alma en otro grado peor y más duro, oscuro y lastimero que el pasado, el cual dura otra temporada, por ventura más larga que la primera.

§ 2.7.6

Y aquí el alma otra vez viene a creer que todos los bienes están acabados para siempre; que no le basta la experiencia que tuvo del bien pasado que gozó después del primer trabajo, en que también pensaba que ya no había más que penar, para dejar de creer en este segundo grado de aprieto que estaba ya todo acabado y que no volverá como la vez pasada.

§ 2.7.7

Y así, el alma en esta purgación, aunque ella ve que quiere bien a Dios y que daría mil vidas por él (como es así la verdad, porque en estos trabajos aman con muchas veras estas almas a su Dios), con todo no le es alivio esto, antes le causa más pena; porque, queriéndole ella tanto, que no tiene otra cosa que le dé cuidado, como se ve tan mísera, no pudiendo creer que Dios la quiere a ella, ni que tiene ni tendrá jamás por qué, sino antes tiene por qué ser aborrecida, no sólo de él, sino de toda criatura para siempre, duélese de ver en sí causas por que merezca ser desechada de quien ella tanto quiere y desea.

§ 2.8.1

Pero hay aquí otra cosa que al alma aqueja y desconsuela mucho, y es que, como esta oscura noche la tiene impedidas las potencias y afecciones, ni puede levantar afecto ni mente a Dios, ni le puede rogar, pareciéndole lo que a Jeremías (Lm. 3, 44), que ha puesto Dios una nube delante porque no pase la oración.

§ 2.8.3

La causa es porque la luz no es la que por sí misma se ve, sino el medio con que se ven las demás cosas que embiste; y entonces ella, por la reverberación que hace en ellas, también se ve, y si no diese en ellas, ni ellas ni ella se verían; de tal manera que, si el rayo del sol entrase por la ventana de un aposento y pasase por otra de la otra parte por medio del aposento, como no topase en alguna cosa ni hubiese en el aire átomos en que reverberar, no tendría el aposento más luz que antes, ni el rayo se echaría de ver; antes, si bien se mirase, entonces hay más oscuridad por donde está el rayo, porque priva y oscurece algo de la otra luz, y él no se ve, porque, como habemos dicho, no hay objetos visibles en que pueda reverberar.

§ 2.8.3

La causa es porque la luz no es la que por sí misma se ve, sino el medio con que se ven las demás cosas que embiste; y entonces ella, por la reverberación que hace en ellas, también se ve, y si no diese en ellas, ni ellas ni ella se verían; de tal manera que, si el rayo del sol entrase por la ventana de un aposento y pasase por otra de la otra parte por medio del aposento, como no topase en alguna cosa ni hubiese en el aire átomos en que reverberar, no tendría el aposento más luz que antes, ni el rayo se echaría de ver; antes, si bien se mirase, entonces hay más oscuridad por donde está el rayo, porque priva y oscurece algo de la otra luz, y él no se ve, porque, como habemos dicho, no hay objetos visibles en que pueda reverberar.

§ 2.8.3

La causa es porque la luz no es la que por sí misma se ve, sino el medio con que se ven las demás cosas que embiste; y entonces ella, por la reverberación que hace en ellas, también se ve, y si no diese en ellas, ni ellas ni ella se verían; de tal manera que, si el rayo del sol entrase por la ventana de un aposento y pasase por otra de la otra parte por medio del aposento, como no topase en alguna cosa ni hubiese en el aire átomos en que reverberar, no tendría el aposento más luz que antes, ni el rayo se echaría de ver; antes, si bien se mirase, entonces hay más oscuridad por donde está el rayo, porque priva y oscurece algo de la otra luz, y él no se ve, porque, como habemos dicho, no hay objetos visibles en que pueda reverberar.

§ 2.9.2

Porque, así como los hijos de Israel, sólo porque les había quedado una sola afición y memoria de las carnes y comidas de Egipto (Ex. 16, 3), no podían gustar del delicado pan de ángeles en el desierto, que era el maná, el cual, como dice la divina Escritura (Sab. 16, 21), tenía suavidad de todos los gustos y se convertía al gusto que cada uno quería, así no puede llegar a gustar los deleites del espíritu de libertad, según la voluntad desea, el espíritu que todavía estuviere afectado con alguna afición actual o habitual, o con particulares inteligencias o cualquiera otra aprehensión.

§ 2.9.2

La razón de esto es porque las afecciones, sentimientos y aprehensiones del espíritu perfecto, porque son divinas, son de otra suerte y género tan diferente de lo natural y eminente, que, para poseer las unas actual y habitualmente, habitual y actualmente se han de expeler y aniquilar las otras, como hacen dos contrarios, que no pueden estar juntos en un sujeto.

§ 2.9.5

Y porque el alma ha de venir a tener un sentido y noticia divina muy generosa y sabrosa acerca de todas las cosas divinas y humanas que no cae en el común sentir y saber natural del alma (que les mirará con ojos tan diferentes que antes, como difiere el espíritu del sentido y lo divino de lo humano), conviénele al espíritu adelgazarse y curtirse acerca del común y natural sentir, poniéndole por medio de esta purgativa contemplación en grande angustia y aprieto, y a la memoria remota de toda amigable y pacífica noticia, con sentido interior y temple de peregrinación y extrañez de todas las cosas, en que le parece que todas son extrañas y de otra manera que solían ser.

§ 2.9.5

Otras veces piensa si es encantamiento el que tiene o embelesamiento, y anda maravillada de las cosas que ve y oye, pareciéndole muy peregrinas y extrañas, siendo las mismas que solía tratar comúnmente; de lo cual es causa el irse ya haciendo remota el alma y ajena del común sentido y noticia acerca de las cosas, para que, aniquilada en éste, quede informada en el divino, que es más de la otra vida que de ésta.

§ 2.10.8

Lo sexto, se sacará también de aquí la causa por que le parece al alma que todo bien se le acabó y que está llena de males, pues otra cosa en este tiempo no la llega sino todo amarguras; así también como al madero, que aire ni otra cosa da en él más que fuego consumidor.

§ 2.10.8

Lo sexto, se sacará también de aquí la causa por que le parece al alma que todo bien se le acabó y que está llena de males, pues otra cosa en este tiempo no la llega sino todo amarguras; así también como al madero, que aire ni otra cosa da en él más que fuego consumidor.

§ 2.10.9

En fin, aquello que está por purgar e ilustrar más adentro, no se puede bien encubrir al alma acerca de lo ya purificado; así como también en el madero lo que más adentro está por ilustrar es bien sensible la diferencia que tiene de lo purgado; y cuando vuelve a embestir más adentro esta purificación no hay que maravillar que le parezca al alma otra vez que todo el bien se le acabó, y que no piense volver más a los bienes, pues que, puesta en pasiones más interiores, todo el bien de afuera se le cegó.

§ 2.11.3

Todo lo cual hace Dios a fin de que, apartándolos y recogiéndolos todos para sí, tenga el alma más fortaleza y habilidad para recibir esta fuerte unión de amor de Dios, que por este medio purgativo le comienza ya a dar, en que el alma ha de amar con gran fuerza de todas las fuerzas y apetitos espirituales y sensitivos del alma: lo cual no podría ser si ellos se derramasen en gustar de otra cosa.

§ 2.11.3

Que, por eso, para poder David recibir la fortaleza del amor de esta unión de Dios, decía a Dios (Sal. 58, 10): Mi fortaleza guardaré para ti, esto es, de toda la habilidad y apetitos y fuerzas de mis potencias, no queriendo emplear su operación ni gusto fuera de ti en otra cosa.

§ 2.11.5

Y otra translación dice: Mi alma tuvo sed de ti, mi alma se pierde o perece por ti.

§ 2.12.1

Echaremos de ver también cómo, así como se purgan los espíritus en la otra vida con fuego tenebroso material, en esta vida se purgan y limpian con fuego amoroso tenebroso espiritual; porque ésta es la diferencia: que allá se limpian con fuego, y acá se limpian e iluminan sólo con amor.

§ 2.12.3

Que, por eso, todas las obras que hacen los ángeles e inspiraciones, se dicen con verdad en la Escritura y propiedad hacerlas Dios y hacerlas ellos; porque de ordinario las deriva por ellos, y ellos también de unos en otros sin alguna dilación, así como el rayo del sol comunicado de muchas vidrieras ordenadas entre sí; que, aunque es verdad que de suyo el rayo pasa por todas, todavía cada una le envía e infunde en la otra más modificado, conforme al modo de aquella vidriera, algo más abreviada y remisamente, según ella está más o menos cerca del sol.

§ 2.12.5

Aquí, como se va más purgando el entendimiento por medio de esta tiniebla, acaece que algunas veces esta mística y amorosa teología, juntamente con inflamar la voluntad, hiere también ilustrando la otra potencia del entendimiento con alguna noticia y lumbre divina, tan sabrosa y delgadamente, que, ayudada de ella, la voluntad se afervora maravillosamente, ardiendo en ella, sin ella hacerse nada, ese divino fuego de amor en vivas llamas, de manera que ya al alma le parece él vivo fuego por causa de la viva inteligencia que se le da.

§ 2.13.1

Por este modo de inflamación podemos entender alguno de los sabrosos efectos que va ya obrando en el alma esta contemplación; porque algunas veces, según acabamos de decir, en medio de estas oscuridades es ilustrada el alma, y luce la luz en las tinieblas (Jn. 1, 5), derivándose esta inteligencia mística al entendimiento, quedándose seca la voluntad, quiero decir, sin unión actual de amor, con una serenidad y sencillez tan delgada y deleitable al sentido del alma, que no se le puede poner nombre, unas veces en una manera de sentir de Dios, otras en otra.

§ 2.13.4

Esta inflamación y sed de amor, por ser ya aquí del espíritu, es diferentísima de la otra que dijimos en la noche del sentido.

§ 2.13.7

Pero esto tiene la fuerza y vehemencia de amor, que todo le parece posible y todos le parece que andan en lo mismo que anda él; porque no cree que hay otra cosa en que nadie se deba emplear, ni buscar sino a quien ella busca y a quien ella ama, pareciéndole que no hay otra cosa que querer ni en qué se emplear sino aquello, y que también todos andan en aquello.

§ 2.13.7

Pero esto tiene la fuerza y vehemencia de amor, que todo le parece posible y todos le parece que andan en lo mismo que anda él; porque no cree que hay otra cosa en que nadie se deba emplear, ni buscar sino a quien ella busca y a quien ella ama, pareciéndole que no hay otra cosa que querer ni en qué se emplear sino aquello, y que también todos andan en aquello.

§ 2.13.11

Lo cual no es otra cosa sino alumbrarle el entendimiento con la lumbre sobrenatural, de manera que de entendimiento humano se haga divino unido con el divino; y, ni más ni menos, informarle la voluntad de amor divino, de manera que ya no sea voluntad menos que divina, no amando menos que divinamente, hecha y unida en uno con la divina voluntad y amor; y la memoria, ni más ni menos: y también las afecciones y apetitos todos mudados y vueltos según Dios divinamente.

§ 2.13.11

Todo lo cual, según se ha ido viendo por lo que habemos dicho, va Dios haciendo y obrando en ella por medio de esta noche, ilustrándola e inflamándola divinamente con ansias de solo Dios, y no de otra cosa alguna.

§ 2.16.2

De donde, impedidas todas estas operaciones y movimientos, claro está que queda el alma segura de errar en ellos, porque, no sólo se libra de sí, sino también de los otros enemigos, que son mundo y demonio, los cuales apagadas las afecciones y operaciones del alma, no le pueden hacer guerra por otra parte ni de otra manera.

§ 2.16.2

De donde, impedidas todas estas operaciones y movimientos, claro está que queda el alma segura de errar en ellos, porque, no sólo se libra de sí, sino también de los otros enemigos, que son mundo y demonio, los cuales apagadas las afecciones y operaciones del alma, no le pueden hacer guerra por otra parte ni de otra manera.

§ 2.16.9

Otra causa también por que en estas tinieblas ha ido el alma segura es porque iba padeciendo; porque el camino de padecer es más seguro y aun más provechoso que el de gozar y hacer: lo uno, porque en el padecer se le añaden fuerzas de Dios, y en el hacer y gozar ejercita el alma sus flaquezas e imperfecciones; y lo otro, porque en el padecer se van ejercitando y ganando las virtudes y purificando el alma y haciendo más sabia y cauta.

§ 2.16.10

Pero aquí hay otra más principal causa por que aquí el alma a oscuras va segura, y es de parte de la dicha luz o sabiduría oscura; porque de tal manera la absorbe y embebe en sí esta oscura noche de contemplación y la pone tan cerca de Dios, que la ampara y libra de todo lo que no es Dios.

§ 2.16.14

Hay también otra causa no menos eficaz que la pasada para acabar bien de entender que esta tal alma va segura a oscuras, y es por la fortaleza que esta oscura, penosa y tenebrosa agua de Dios desde luego pone en el alma.

§ 2.17.5

Otra cosa es cuando las cosas que el alma tiene son particulares, como visiones, sentimientos, etc., las cuales, como ordinariamente se reciben debajo de alguna especie en que participa el sentido, que entonces debajo de aquella especie se puede, o de otra semejanza, decir.

§ 2.17.5

Otra cosa es cuando las cosas que el alma tiene son particulares, como visiones, sentimientos, etc., las cuales, como ordinariamente se reciben debajo de alguna especie en que participa el sentido, que entonces debajo de aquella especie se puede, o de otra semejanza, decir.

§ 2.19.4

En ninguna manera aquí el alma busca su consuelo ni gusto, ni en Dios ni en otra cosa, ni anda deseando ni pretendiendo pedir mercedes a Dios, porque ve claro que hartas las tiene hechas, y queda todo su cuidado en cómo podrá dar algún gusto a Dios y servirle algo por lo que él merece y de él tiene recibido, aunque fuese muy a su costa.

§ 2.21.2

Para inteligencia de esto conviene saber que disfrazarse no es otra cosa que disimularse y encubrirse debajo de otro traje y figura que de suyo tenía: ahora por debajo de aquella forma y traje, mostrar de fuera la voluntad y pretensión que en el corazón tiene para ganar la gracia y voluntad de quien bien quiere; ahora también para encubrirse de sus émulos, y así poder hacer mejor su hecho.

§ 2.21.7

Sólo le deja una visera para que el ojo pueda mirar hacia arriba, y no más, que es el oficio que de ordinario hace la esperanza en el alma, que es levantar los ojos a mirar a Dios, como dice David (Sal. 24, 15) que hacía en él cuando dijo: Oculi mei semper ad Dominum, no esperando bien ninguno de otra parte, sino, como él mismo en otro salmo (122, 2) dice: Que así como los ojos de la sierva están en las manos de su señora puestos, así los nuestros en Nuestro Señor Dios, hasta que se apiade de nosotros, esperando en él.

§ 2.21.8

Por esta causa, (es) esta librea verde, porque siempre está mirando a Dios y no pone los ojos en otra cosa ni se paga sino sólo de él; se agrada tanto el Amado del alma, que es verdad decir que tanto alcanza de él cuanto ella de él espera.

§ 2.21.9

De esta librea de esperanza va disfrazada el alma por esta oscura y secreta noche que habemos dicho, pues que va tan vacía de toda posesión y arrimo, que no lleva los ojos en otra cosa ni el cuidado si no es en Dios, poniendo en el polvo su boca si por ventura hubiere esperanza, como entonces alegamos de Jeremías (Lm. 3, 29).

§ 2.23.10

Lo cual acaece de allí a poco, que el alma, conforme a la purgación tenebrosa y horrible que padeció, goza de admirable y sabrosa contemplación espiritual, a veces tan subida, que no hay lenguaje para ella; pero sutilizóla mucho el espíritu para poder recibir este bien el antecedente horror del espíritu malo; porque estas visiones espirituales más son de la otra vida que de ésta, y, cuando se ve una, dispone para otra.

§ 2.23.10

Lo cual acaece de allí a poco, que el alma, conforme a la purgación tenebrosa y horrible que padeció, goza de admirable y sabrosa contemplación espiritual, a veces tan subida, que no hay lenguaje para ella; pero sutilizóla mucho el espíritu para poder recibir este bien el antecedente horror del espíritu malo; porque estas visiones espirituales más son de la otra vida que de ésta, y, cuando se ve una, dispone para otra.

§ 2.23.14

Cuando acaece que aquellas mercedes se le hacen al alma en celada, que es sólo, como habemos dicho, en espíritu, suele en algunas de ellas el alma verse sin saber cómo es aquello, tan apartada y alejada según la parte espiritual y superior de la porción inferior y sensitiva, que conoce en sí dos partes tan distintas entre sí, que le parece no tiene que ver la una con la otra, pareciéndole que está muy remota y apartada de la una.

§ 2.25

En la noche dichosa, en secreto, que nadie me veía, ni yo miraba cosa, sin otra luz y guía sino la que en el corazón ardía.

    

Juan de la Cruz (1542-1591)    Otras del mismo a lo divino

    

Juan de la Cruz (1542-1591)    Que va por super flumina



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